jueves, 10 de junio de 2010

Arca - SANTIAGO






A las 5 de la mañana mi grupo y algunos otros peregrinos, empiezan a levantarse. Le dije a Kristin que me dejase dormir hasta las 5y30. Ayer dejé prácticamente hecha la mochila y hoy me asearé rápido. No duermo, escucho a los demás desperezarse mientras me quedo tumbado en la litera.

Las sensaciones se agolpan en mi cabeza, hace apenas dos semanas llegaba a Sahagún sin saber realmente a lo que me enfrentaba, me gustaría el Camino?Conocería a gente? Tendría algún problema para dormir? Me perdería? Multitud de preguntas que ahora ya tienen respuesta. Hoy, cuando apenas me quedan 20 Kilómetros para llegar a Santiago, tengo tantos recuerdos, tantas experiencias vividas, que no sé en cual detenerme al mirar hacia atrás. No siento pena, es una mezcla de alegría por los momentos vividos y añoranza de la gente que no volveré a ver, pero dentro de mi tengo la sensación de que el recuerdo del Camino permanecerá inalterable, como si el tiempo en mi memoria se hubiese detenido para estos 15 días.

La alegría gana a cualquier otro pensamiento salvo a uno, volvería a Sahagún otra vez, empezaría de nuevo, pero no a vivir cosas nuevas, repetiría otra vez todo lo hecho. Ayer, cuando estábamos llegando a Arco Heike sacó el tema, y se acordó de la película de Bill Murray, Atrapado en el tiempo, donde vive una y otra vez el día de la marmota. Nos pusimos todos a cantar la canción que suena en su despertador cada mañana y nos dijimos que ojalá nos pasara lo mismo, todos los días nos levantásemos en el camino.

Ya son las 5y30, Kristin se acerca a mi cama y me mueve, yo ya estoy despierto y le sonrío, "morning", venga despierta que nos vamos. Hoy como si de un alemán más se tratara, voy a empezar a andar a las 6, el primer y único día de todo el camino. Quiero llegar a Santiago con tiempo de ir a la misa del peregrino que es a las 12 en la catedral. Por un momento me acuerdo de las veces que nos levantaba mi madre cuando éramos pequeños, 5 minutos más mamá, 5 minutos! Los 5 minutos se convertían en 10, en 15, y mi madre acababa vistiéndonos a Dani y a mi de pié en la cama, medio dormidos aún. Hoy no, hoy salto de la cama, cojo las cosas de aseo, ropa limpia y me voy al baño. Cuando llego me sorprendo al verme afeitado delante del espejo, quién es este me pregunto! Me aseo, me peino, recojo el saco y hago la mochila. La primera vez que guardé el saco en Sahagún fue un número, hoy casi podría hacerlo con los ojos cerrados.

Abajo ya están preparados el grupo de alemanes, Philip, Christian, Elisabeta y su inseparable Juan, Heike y Kristin, o casi. A cada uno le queda el último retoque, un poco de vaselina, cerrar la mochila, atarse los cordones. Son las 6 y empiezo mi gira fotográfica diaria por el último albergue, los cuartos, la terraza, las escaleras, la entrada, la fachada de fuera. Una sensación extraña recorre, ahora sí, mi cuerpo, esto se acaba Alvarito.

En la calle, el silencio y la oscuridad absoluta, solo roto por nuestras charlas y el frontal que Heike se coloca y enciende para poder ver el camino. Echamos a andar, como todos los días, salvo que este no es un día cualquiera, es el último. Hoy después de 20 Kilómetros, unas 4 horas y media estaremos entrando en las calles de Santiago. Qué alegría, qué pena.

El camino a la salida de arco rápidamente se adentra en el mismo bosque que traíamos ayer, el grupo se estira, delante de Christian y Philip, detrás nosotros tres, con la luz de Heike, vamos más despacio, no queremos llegar, empezamos a bromear con la posibilidad de quedarnos en el albergue de Monto de Gozo apenas a 4,5 Kilómetros de Santiago. Vamos en silencio, mirando a nuestra alrededor, como queriendo aprovechar nuestro último andar sin querer perder detalle. El camino se llena de árboles que forman un túnel por donde empieza a verse cada vez más peregrinos.

De pronto, a lo lejos, un claro, son casi las 7 y el sol empieza a salir, se mezclan los colores sobre un prado verde inmenso. Todos nos paramos a hacer fotos y a saludar por última vez a los peregrinos, hay caras nuevas, gente que no hemos visto nunca en el camino.

Van pasando los puntos kilométricos cada vez más rápidos. Otros días, sobre todo al final de las jornadas, cuando ya cansado solo querías que llegase el albergue, el pueblo donde descansar, los hitos de 500 metros se sucedían con una parsimonia desesperante, pero hoy no, hoy avanzan muy deprisa, 17,5Km, 17km, 16,5km...hoy que no queremos que corran, ellos no dejan de avanzar.

Un poco antes de las 8 nos paramos a desayunar en un bar con hostal que hay en el camino. Para mi sorpresa mis nuevas amigas se piden napolitanas con chocolate, pero ellas las llaman cruasan con chocolate, les explico que no, que son napolitanas. Me dicen que las han probado en España y que les encantan. Yo, como no podía ser de otra manera, me acuerdo de Uli y Gita, dónde estarán ahora? Habrán llegado a Santiago? Se habrán vuelto a casa y ya no las veré más? Está claro que los productores de napolitanas tienen un mercado por explorar en la zona austro-germana, yo sin embargo me mantengo fiel a mi cola-cao con tostadas.

Terminamos y seguimos adelante, hemos quedado todos en el monumento a Juan Pablo II en Monte de gozo. Al poco de seguir a caminar, nos adelanta Giuseppe. Va con su amigo y nos regala su sonrisa y su canto del Nesun dorma, hoy acompañado de la voz de tenor del otro italiano que francamente mejora mucho la actuación. Kristin y Heike se tiran encima de él como dos niñas pequeñas que juegan con el tío que acaba de llegar a casa. Van más rápido que nosotros que hoy nos estamos tomando el andar con mucha tranquilidad, disfrutando cada paso, cada árbol, cada recoveco del camino.

Se acerca Santiago, pasamos por el aeropuerto. Al lado una valla llena de cruces, igual que la vimos Uli y yo en los últimos kilómetros antes de llegar a Rabanal del camino. Esta es más pequeña y comienza al lado de un monolito grande que junto a un Bordón y una concha pone en grande Santiago.

Sobre las 9y30 llegaremos a Monto de Gozo, ahí nos agrupamos con Philip, Christian, Elisabeta y Juan. Hay una iglesia pequeña donde entro a rezar, hoy como todos los días al inicio de la jornada he rezado empezando con la intención de Tina, con más fervor si cabe que otros días, hoy es el último día.

Entro en la iglesia, y me siento, solo somos dos o tres peregrinos, pero el ambiente es muy acogedor, entrañable. Rezo y pido por todos los que me han acompañado en este viaje, físicamente en el camino y desde casa con sus mensajes, leyéndome, llamándome.
Salgo y en la puerta donde la gente está sellando la credencial, me encuentro con Carlos y Pascual los amigos de Josefa, los saludo cariñosamente y les pregunto por ella, se retrasó hace dos días, estaba muy cansada, le dolían los pies, y se quedó un día a mitad de etapa con Vicentet, no la hemos vuelto a ver. Qué pena les digo, no pasa nada, así es el camino pero seguro que ella está bien. "People come and people go" me acuerdo de nuevo de mis amigas, cuánto hubiese dado por haber podido entrar en Santiago con ellas.

Me despido de Carlos que ya han terminado el descanso y empiezan a caminar, pienso para mi que seguro que Josefa se ha quedado atrás adrede para descansar y caminar más tranquila.

Al fondo el monumento que domina todo el valle en honor de Juan Pablo II, todos los peregrinos subimos la pequeña colina para ver y leer los 4 momentos de la visita del Papa que recoge en su base cuadrada la enorme mole. Nos hacemos fotos unos a otros, llegan los 4 españoles que he conocido la noche anterior y me hacen una foto y yo a ellos, charlamos un rato.

Al bajar mis amigos se han sentado en el pequeño quiosco que está junto a la iglesia, botellas de agua y poco más. Yo me pido una palmera de chocolate. Solo quedan 4 kilómetros para Santiago y son las 9y30 de la mañana.

Apenas 200metros más abajo el albergue inmenso, dependiendo de la guía que leas te hablan de 500 camas, otros de 700, en el centro un jardín inmenso al lado de los cuales se distribuyen los barracones. Al pasar por delante, comento, nos quedamos hoy aquí y ya llegaremos mañana a Santiago? Yo no quiero llegar! Philip y Christian me miran sorprendidos, cómo que no quieres llegar? No me comprenden, Kristin y Heike se lo piensan y me empujan cariñosamente para seguir adelante.

El camino ya es muy fácil, Santiago está al final de una bajada, casi 3 kilómetros antes se ve perfectamente toda la ciudad desde lo alto de la colina que hemos ido bajando tras pasar Monte de Gozo.

Ya no hay vuelta atrás, son las 10y30 cuando empezamos a cruzar el puente sobre la carretera que entra en Santiago. Nos paramos junto a la señal de Santiago y nos hacemos fotos. Pensaba que no sería capaz de explicar al entrar en la ciudad si estaba contento o no, ahora no tengo dudas, una inmensa felicidad nos llena a todos, no dejamos de hacer bromas y sonreír. Finalmente hemos llegado.

Paramos a una pareja para que nos hagan una foto. Cuando me doy cuenta, son los amigos de Maryusa, al fondo todo el grupo de americanos gritan alegres Álvaro, álvaro has llegado el lunes! Nos hacemos fotos y saludamos, el padre Luke va vestido de sacerdote para poder concelebrar en la misa del peregrino. Justo a la salida del puente hay un bar donde nos paramos, allí también están esperándonos Philip y Christian. Al llegar Michel y Maryusa saludan a Philip a quien también han conocido anteriormente. Como me había pasado con Giuseppe me sorprendo al ver que al final todos nos conocemos unos a otros. Hemos sido una comunidad andante de unas 200 personas que hemos coincidido en quince días y en un intervalo de 25 kilómetros.

Ellos aún no han desayunado, así que se quedan en el bar, nosotros seguimos adelante porque Teo ha reservado un hostal cerca de la catedral y vamos a ir a dejar las mochilas y refrescarnos antes de ir a misa. Empezamos a andar y de pronto oímos de nuevo a Giuseppe que acaba de entrar en Santiago apenas unos metros detrás nuestro. No nos da tiempo a hablar con él pues se funde en un abrazo con su hermana que junto a un grupo de italianos está haciendo los últimos kilómetros y ha venido a esperarlo a la puerta de la ciudad.

Desde que cruzas el puente hasta que llegas a la plaza del Obradoiro hay un buen paseo andando, cerca de media hora. Vamos cruzándonos con muchos peregrinos que van llegando, nos miramos, saludamos y sonreímos. Los últimos metros los hago solo, voy más lento y se adelantan Kristin y Heike. Quiero disfrutar de los últimos momentos, voy rezando, dando las gracias por esta maravillosa experiencia, por la gente que he conocido.

Cuando veo las torres de la catedral me encuentro con los alemanes que van al hostal, en la catedral no se puede entrar con mochila así que la van a dejar en los cuartos. Los sigo, estoy nervioso pero no por llegar, sino porque no sé cómo reaccionaré cuando esté ante el Apóstol.

Dejamos las mochilas en los cuartos, aprovecho para cambiarme de ropa, asearme un poco y peinarme. Aunque pierda la pinta de peregrino no quiero entrar en la catedral sucio. Llegamos por plaza de atrás, la cola para entrar por el pórtico de la gloria es muy larga, en ella se mezclan turistas y peregrinos. Los alemanes se entretienen en un bar y yo me despido, les digo que quiero ir a misa. Esos momentos quiero disfrutarlos solo, saborearlos con mis tiempos y sin tener que seguir o hacer lo que quiera el grupo.

Entro en la catedral por una puerta lateral apenas 5 minutos antes de la misa. La catedral es preciosa, el altar mayor, magnífico, preside toda la escena, en el centro la imagen del Apóstol Santiago recoge la atención y las miradas de todos los que esperamos que de comienzo la celebración, peregrinos, fieles y turistas que simplemente se acercan a la misa. Veo en un lateral a todo el grupo de americanos y me pongo con ellos, al lado de Maryusa.

Salen todos los sacerdotes por la nave lateral para ocupar su sitio en el altar mayor, van encabezados por el arzobispo de Santiago que va a oficiar la misa. Sacerdotes venidos de todas partes, Colombia, Italia, Francia, Polonia, Estados Unidos, diversas zonas de España dan a la celebración un aire multicultural muy en línea con lo vivido en el Camino.

La ceremonia termina con la tradición del Botafumeiro. Al concluir y antes de la bendición, parte de la muchedumbre rompe en un sonoro aplauso que desentona con el lugar en el que nos encontramos y el ambiente. La misa del peregrino se ha masificado, pierde un poco de significado, no sé si quizá debería hacerse una celebración donde solo pudieran entrar peregrinos con credencial. A lo largo de toda la celebración no ha dejado de entrar gente, y el murmullo de los turistas al admirar la catedral rompía el silencio.

Al terminar y mientras se va vaciando la catedral, me quedo solo sentado en un banco rezando. Detrás del grupo de americanos. Los alemanes ya han salido, le he dicho a Kristin que después me uniré a ellos.

Me quedo reflexionando, aún no he ido a dar el abrazo al apóstol ni a recoger la Compostela a la oficina del peregrino. He decidido que quiero hacerlo con tranquilidad, sin colas y cuando haya reflexionado qué significa llegar a Santiago. Salgo de la catedral con los americanos, ellos van a ir de compras y a comer, yo no sé qué hacer cuando escucho un grito Alvaro, es mi amigo Tim sentado en una terraza con otros alemanes, hace 4 días que no lo veía, desde Sarria y me alegro mucho de poder despedirme de él. Nos hacemos una foto juntos y nos damos un abrazo. Congratulations. Los extranjeros te saludan así al verte en Santiago.

A lo lejos en la plaza, veo a los holandeses, Simon me agita la mano para llamar mi atención y me acerco a la carrera a su mesa, me fundo en un abrazo con ellos. Sin esperarlo, la llegada a Santiago se está convirtiendo en una ceremonia de reencuentros con todos los que he compartido el camino, los americanos, giuseppe, Tim, los holandeses, Pacual y Carlos, están casi todos. Charlo un rato con Simon y le digo que voy a comer, me dicen que van a seguir por aqui y que nos vemos después.

Me vuelvo a donde está Maryusa y sus amigos decidiendo dónde comer. Álvaro, Álvaro, una voz conocido y llena de alegría me llama. Busco quién me llama, quién es, dónde está? En las escaleras de la entrada lateral por donde hemos entrado en la catedral, enfrente de la fuente está sentada Gita que agita sus brazos mientras se levanta para venir corriendo hacia mi. Al verla mi corazón salta de alegría, Gita! Es ella y lo mejor está Uli.

Nos abrazamos, apenas he estado con ella unas horas pero verla es como si hubiese visto a una amiga de toda la vida. Los ojos se me iluminan, mientras la aprieto que parece que la voy a ahogar. Pero qué haces aquí, no te ibas hoy? No, no, mañana por la mañana. Qué alegría, qué alegría, como te he echado de menos, qué tal tu camino? Muy bien, muy bien, el tuyo? bien, bien estuve con Uli hasta el martes después ella se fue porque se iba ayer a Austria. No, no yo he estado con ella.

Gita y yo nos entendemos como podemos, por señales, palabras sueltas en inglés, con la cara. Así que no estoy seguro de lo que me quiere decir, qué has estado con Uli? Dónde? cuándo? Aquí en Santiago, ella viene ahora, ha ido a comprarse unos zapatos y un vestido. Qué? Uli está aquí? claro, si te ha mandado un sms para ver dónde estabas, no tengo bateria, no tengo teléfono. Qué alegría Gita, qué ganas de verte!

De pronto, la gente parece dispersarse de la plaza de la fuente, estamos sentados en los últimos escalones, desde donde se divisa toda la zona. Un traje naranja sale de detrás de unos soportales, no puede ser, es ella, Uli viene hacia nosotros. Con su andar despreocupado, el pelo suelto y unas bolsas en la mano. Al verme se sonríe y me levanta la mano. No sé qué hacer, bajar los escalones, quedarme al lado de Gita. Al final echo a correr y llego a su altura en el último escalón.

Me la quedo mirando, hola, hola me dice y me sonríe. Te he echado de menos, y yo. El cuerpo me tiembla no sé que hacer, no he tocado a Uli desde que nos conocemos pero ahora tengo ganas de abrazarla. La aprieto contra mi y ella también me abraza, la beso en la mejilla. Te he echado de menos, y yo. Gita se nos une y sonríe. Qué tal tu camino me pregunta, mientras no nos soltamos, mi camino? Ahora perfecto, Tu eres mi Camino le digo mientras Gita se ríe.

Nos sentamos los 3 y charlamos, al final se va a casa hoy a las 5 de la tarde y Gita mañana a las 9 de la mañana. Nos quedan dos horas, vamos a comer los 3? El grupo de americanos ya se ha ido y mis amigas y yo vamos a comer a una terraza donde hay más peregrinos. Pasamos por su hotel donde le pregunto el tiempo que tarda en llamar a un taxi y el que se tarda en llegar l aeropuerto.

Nos sentamos en la terraza, pido tapas que les gustan y dos jarras de sangría para celebrarlo. Hablamos los 3 sin parar, volvemos a nuestra frase de León, Uli please para que nos traduzca a Gita y a mi lo que decimos. Le explico a Uli, delante de Gita, que la he echado de menos, que no se vaya, que no sé lo que siento, pero que no puede irse, que he sido feliz en el camino, que he conocido mucha gente, pero que ella es mi Camino, que no puede irse a las 5. De verdad me dice ella? pero porque me lo dices ahora? por qué ahora? y yo qué sé Uli, tu me hablabas de tus cosas y yo no quería liarte más, pero ahora, al verte, lo tengo claro, no te vayas, quedate hasta mañana. Álvaro no puede ser, me tengo que ir, sabes que me tengo que ir. Gita nos mira con cariño, como si lo supiese desde la primera noche que nos vimos en León, ella lo supo entonces entonces, nosotros hemos tardado dos semanas. Y ahora además lo perdemos.

Son las 4 y Uli se tiene que ir, de pronto miro a Gita y le pregunto si le importa quedarse sola, le digo que me voy al aeropuerto con Uli que la veo a ella a las 5 en la catedral. Gita, que ya se ha bebido 3 vasos de sangría y va un poco mareada nos dice que claro, que sin problemas. Uli me mira asustada, qué haces, me voy contigo al aeropuerto, a ver si te convenzo para que te quedes. Álvaro me tengo que ir, no puedo quedarme. Compramos otro billete para mañana. Álvaro no puede ser.

Gita se queda en la terraza, le pido un café. LLegamos al hotel y llamamos un taxi. En la puerta mientras Uli va a por su mochila, me cruzo con Heike y Kristin que me están buscando, les digo lo que me ha pasado y que las busco después, también aparece Simon y su amigo, se despiden de Uli y me dan su correo mientras metemos la mochila en el taxi.

En el viaje al taxi, no paro de hablar, es la primera vez que no me importa tener que hablar en ingles con Uli, el taxista no se entera de nada y las cosas que tengo que decir parecen menos personales en un idioma que no es el tuyo. No te vayas, qué date conmigo, ya te dejé marchar una vez, no quiero repetir el mismo error. Pero por qué ahora Álvaro, porque ya no quiero perderte, antes te escuchaba hablar de tus palabras y me parecía egoista entrometerme ahora me da todo igual, quiero hacerlo. Álvaro me tengo que ir, Uli si llegas a Austria y te das cuenta de que soy yo, me llamas y estoy allí al día siguiente, al día siguiente. Me mira con cariño, con dulzura, ella siempre ha sido más racional que yo y este momento no iba a ser distinto.

En la facturación, la encargada tiene problemas con la impresora, me pide disculpas, yo le digo no pasa nada, no tengo prisa, como si no sale el vuelo, yo no quiero que se vaya; me mira y me dice seguro que ella tampoco quiere irse, no lo tengas tan claro, vosotras sois distintas. En ese momento, las mujeres de la fila, que está ya toda pendiente de nuestra despedida, empieza a apoyarla a ella y a decirle que no me deje decir eso, les digo que no no entiende y me piden que se lo traduzca, que seguro que ella no quiere irse. Uli que no entiende el español, sabe perfectamente lo que está pasando, cuando empiezo a traducírselo, ella termina mis frases.

Hemos visto esta imagen en multitud de películas, y ahora somos nosotros los protagonistas, le hablo de Family Man de Nicolas Cage, de Antes del amanecer, le digo que se quede, que nos de una oportunidad, que no tiene que irse, me abraza y me besa. Nos quedamos así 10 minutos, la gente de la cola pasa a nuestro lado en el control de pasaportes y nos mira con cariño.

Uli, no te vayas, he conocido mucha gente, lo he pasado muy bien, pero desde que te fuiste te he echado de menos, tu eres mi Camino, ahora me doy cuenta, no quiero perderte por segunda vez, le susurro al oído. Ella no dice nada, me abraza más fuerte. Sabe que se tiene que ir, no ha visto la película de Family Man y se la cuento, quédate por favor. Álvaro me tengo que ir, cántame por última vez. Te lo dije cantando, te lo dije de fente, volverías conmigo, volverías porque no quieres perderme. Ella echa a llorar, yo no quiero. No te vayas, le repito, sabes que me tengo que ir. Volveré si es lo que tengo que hacer.

Uli se despide, cruza el control sin dejar de mirarme. Se me va, se marcha. No sé qué sentir, los sentimientos se confunden, es amor, es el camino? Ella recoge su bolso del control y me mira por última vez, me lanza un beso, se queda quieta mirándome, echo a llorar, otro beso y se pierde en los pasillos del aeropuerto.

(Continuará...)

4 comentarios:

  1. Bueno!!! Qué bonito!! Casi se nos caen las lágrimas!! Ya le habiamos cogido cariño a Uli, que bien que la encontraras en Santiago¡¡
    Estàbamos esperando èste post còmo agua de mayo¡ Hemos seguido el blog entusiasmados, què bonito el camino, los encuentros, la hospitalidad de la gente¡ Eres un afortunado por tener la oportunidad de haber vivido asì el camino y nosotros por haberlo podido compartir a travès de èse blog. Gracias Àlvaro¡¡¡ Esperamos impacientes la continuaciòn de mañana. Cuèlgalo tempranito¡¡

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  2. BIENVENIDO, y ahora a madurar todas las experiencias del camino, tengo muchas ganas de comentarlas contigo. disfrútalas.
    m carmen

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  3. ¡Alvarito! Pedazo de crónica que te has marcado, no he podido separar los ojos del ordenador hasta el final. ¿Pero que la pasa a esta tía? ... gracias por darnos la oportunidad de hacer el camino contigo. Ahora más que nunca tengo la intención de hacerlo yo también en cuanto pueda.

    Un Abrazo fuerte Campeón.

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  4. Álvaro...
    Sin palabras...
    El último post, el mejor. Emocionantísimo desde el principio hasta el final.
    Manuel tenía razón: engancha más que "El Código da Vinci".
    Besotes. Nos vemos a tu vuelta a Sevilla.

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