miércoles, 2 de junio de 2010

Cacabelos - Vega de Valcarcel






La noche ha sido muy larga, aunque estamos en habitaciones dobles y apenas ha habido ronquidos, he dormido muy mal. Debo tener fiebre, he sudado mucho y me he levantado varias veces, primero a quitarme la manta, después a cambiarme la ropa, volver a ponerme la manta, a salir del saco.

Cuando me despierto son las 7 y 15. Salgo del cuarto y me voy al cuarto de baño a ducharme y asearme. Uli sigue dormida. No sé qué pensar, ni qué decirle, aun confío en que cuando se levante reconsidere su postura y decida quedarse conmigo, yo no quiero que se vaya. Al entrar en el cuarto, se despereza y se me queda mirando, me sonríe. Estás malo, hoy has roncado por primera vez! Perdón, perdón, le digo. Venga levanta que a las 8 hay que irse. A regañadientes, sale del saco y se va al baño.

En el albergue casi todo el mundo se ha ido ya, Benja y las alemanas ya no están, y solo veo a los holandeses que dormían en el cuarto de al lado. Cuando vuelve Uli, yo ya tengo hecha la mochila y la estoy esperando. Ella ya se ha despedido de los holandeses y les ha dicho que se va. Los oigo hablar desde el cuarto. Entra, se me queda mirando, y como si fuera un día normal, le digo, venga que nos vamos, a ver hasta donde llegamos. Me mira triste y me dice, no Alvaro, me voy, me duele el pie y quiero coger un autobús hasta Sarria, necesito descansar y adelantar.

No quiero discutir, ni trato de convencerla, se le ve muy convencida. Me siento en la cama mientras ella hace la mochila. Es la última vez que la veré hacer la mochila, y el camino de pronto se me antoja capricho y desagradecido, mi compañera, mi amiga se va. Empieza para mi un nuevo Camino. No tiene porqué ser peor, pero sí diferente.

Andamos por el patio del albergue, solos, callados, cavizbajos, al llegar a la puerta del albergue que está junto a la puerta de la antigua iglesia siento que me voy a echar a llorar, no lo soporto. Decido rápidamente que no lo voy a hacer, que seguiré mi camino y ya está. Besos rápidos, la miro, see you, me doy la vuelta y echo a andar.

Villafranca del Bierzo está a unos 8 Kilómetros. Ya llevo andando una semana, unos 160kilómetros, y los que ahora empiezo son sin duda los más difíciles, los más largos. El camino se me hace eterno, va cambiando parte de campo y viñas con carretera, en algunos momentos veo a lo lejos a los holandeses pero no quiero cruzarme con ellos, hoy necesito estar solo, pensar, llorar.

Llego a Villafranca sobre las 10, a la entrada me recibe una iglesia románica preciosa, me paro le hago fotos, saludo a los peregrinos, buen camino, ellos no saben que por dentro hoy empiezo de nuevo, un antiguo castillo, otra iglesia, muy bonito el pueblo, pero me falta Uli.

LLego a la plaza mayor, hay algunas cafeterías y entra en una donde ya hay varios ciclistas y algunos peregrinos que he visto en el patio del albergue el día anterior. No tengo ganas de andar, estoy desorientado. Me siento en una esquina del bar dentro, solo, todos los peregrinos están fuera en la terraza. El tiempo va cambiando, se va nublando y parece que ya hoy lloverá como me dijo Mati al dejar atrás Molinaseca.

Un plato combinado con huevos, patatas, filete y dos coca-colas por favor. No sé hasta dónde llegaré hoy y no me apetece tomarme un bocadillo solo más adelante. Me siento mirando a la pared y leo la prensa.

De pronto, veo llegar a la plaza a Tim, el alemán, con Uli. Al principio no sé qué pensar. Me quedo parado, pero no iba a coger un autobús? Entra en el bar, me mira y me sonríe. Se sienta a desayunar con Tim, yo sigo comiendo.

Cuando termina, se sienta conmigo, enfrente, me mira y se calla. Habré venido para quedarse? es lo primero que pienso. qué ha pasado?qué haces aquí? No había autobuses y he cogido un taxi para coger el autobús desde aquí, pero entonces te vas? Pero Alvaro si te da igual, cómo que me da igual, por que has sido tan fría en la despedida? para que no me vieses llorar, cómo? pensaba que te daba igual que me fuera! qué? cómo ve a dar igual?eres mi camino! Alvaro me tengo que ir, me duelen los pies, no puedo andar y tengo que llegar a Santiago antes. Uli no te vas por los pies, no me mientas, no tiene nada que ver, te vas por él, al menos dímelo. Sí tienes razón.

Nada ha cambiado, Uli se vuelve a ir, pero al menos el camino nos ha dado la oportunidad de despedirnos bien, de volver a vernos. Hablamos durante más de media, como siempre, como si no se fuera, salimos del bar y andamos hacía la salida del pueblo, donde está la oficina de información turística y el trayecto del camino de Santiago. Al menos nos hemos despedido bien, hemos hablado. Nada ha cambiado pero me voy más tranquilo, relajado. En austriaco también se usa la expresión "ir a por tabaco", y hemos bromeado todos estos días con quien sería el que abandonaría al otro, el que se iría a por tabaco. Se lo echo en cara, al final eres tu la que se ha ido a por tabaco.

LLegamos a una fuente donde se separan nuestros caminos, ahora sí, un abrazo fuerte, dos besos, nada de lágrimas. Sigo andando, la veo como se aleja. Con Uli se va la mitad de mi camino de Santiago, o el camino entero. La veo irse, perderse entre la gente del mercadillo que hoy tiene lugar en Villafranca. Uli se va.

Empieza a llover, el cielo, para arreglar la situación, ha decidido que al acercarme a Galicia va a cambiar el clima que nos ha regalado hasta ahora. Me pongo la capa de lluvia y que me cubre entero dándome apariencia de tortuga. Cambio de paisaje, todo muy verde, empiezan a aparecer montañas, los grandes viaductos de la A-6 que rompen la vista verde. No sé hasta dónde andaré, no me importa. La lluvia me golpea el cuerpo, la cara, los zapatos, y yo solo pienso en que voy sin Uli.

Me cruzo con las alemanas amigas de Benja y les pregunto donde está me dicen, y me comentan que va más adelante que se verán en Vega de Valcarcel. Cuando llevo dos horas y media seguidas andando bajo la lluvia, llego a Trabaledo, un pueblo pequeño con un albergue, me paro a comprar agua y al entrar en el bar, veo sentado a mi amigo, tranquilo, terminando un bocadillo y con un pie sin zapato y calcetín. Qué pasa Benja? No puedo más, tengo inflamado el tendón y no puedo seguir, me quedo en este albergue.

El camino siempre te depara sorpresas, y casi siempre agradables. Después de una mañana dura, por casualidad aparece Benja sentado en un bar. Me pararé un rato a charlar con él, beberé un poco de agua y charlaré tranquilamente.

Una hora después, le digo que se anime, que andemos hasta Vega que está a solo 6 kilómetros y así él también está con sus amigas. Al final lo convenzo, se viste y empieza a andar. Nos acompaña un amigo del hospitalero del albergue que va a recoger su coche para ir a casa. Apenas hemos andado cien metros, cuando Benja me dice que no puede, que se queda, que le duele mucho. La verdad es que su cara es un poema. El amigo del hospitalero le dice que nos acerca a Vega en coche, que va para allá. Le digo que se vaya él, que yo me voy andando. Nos vemos en en el albergue.

En cuanto Benja se va, empieza a llover de nuevo, con más fuerza que antes, me pasa un grupo de ciclistas jóvenes, un grupo numeroso, de unos 25, con las bicicletas numeradas. Me paro debajo de un balcón para dejarlos pasar, al reanudar mi marcha veo en la terraza colgado un plato con el escudo del Betis. Hasta el Bierzo llega el beticismo.

Sigo andando el camino transcurre al lado de la carretera, a mi izquierda un riachuelo me acompaña, y siempre llueve, mucho.

Llego a la Portela de Valcarcel una hora después, 4 kilómetros, deja de llover y empieza a sobrarme la capa. Llevo puesto una camiseta, el anorak y la capa y estoy sudando, sé que no es bueno para el catarro pero algo me tengo que quitar. Cruzo la carretera detrás de un trailer enorme que me salpica, siguiendo las flechas amarillas para cruzar Portela.

Justo a la entrada me encuentro a una niña, no debe tener más de 23 años. Está quitándose también el anorak y la capa. La saludo, le pregunto que si se ha mojado mucho, me dice que sí, que es la última de su grupo y que ahora sigue andando. Por su acento es estadounidense. Buen caminou y sigo andando.

Un poco más adelante hay una fuente con un techado, me paro, me quito la mochila y empiezo a quitarme ropa. Ha salido el sol con fuerza y decido que también me quitaré el anorak. Bebo un poco de agua y veo que se acerca la americana. Vega está a solo dos kilómetros y puedo hacer el camino con ella.

Cuando pasa a mi lado, echo a andar. En el camino es curioso cómo uno sabe si el peregrino que te cruzas quiere andar acompañado o no. No podría explicarlo, simplemente se sabe, cómo se dan los buenos días, el ritmo que marcas al adelantar al otro peregrino, el buen camino. Se sabe.

Marysia y yo sabemos que queremos andar juntos lo que queda. De dónde eres? De España y tu de qué parte de Estados Unidos, de Brooklyn. Me hace gracia y se lo digo, no me ha dicho de Nueva York, de Manhattan, no, orgullosa me ha respondindo de Brooklyn. Empezamos a hablar, por qué haces el camino, dónde has empezado, vas solo? Ella ha venido con un grupo de la universidad de Columbia, al frente del grupo un sacerdote. Su nombre es polaco, su padre llego a Estados Unidos hace 63 años cuando apenas contaba con 7 años y allí conoció años después a su madre. Ella habla polaco y ha visitado su país muchas veces y le gusta, pero creo que siente estadounidense. Es una persona con mucha alegría, te mira a los ojos al hablar y tiene una sonrisa que enamora.

Seguimos andando y charlando. Poco antes de llegar a Vega, vemos a su grupo que se ha parado en un bar a descansar y a esperarla, porque es la última me ha dicho. Al llegar me saluda todo el grupo, especialmente su mujer amiga y el padre Luke. En la puerta también están los holandeses comiéndose un bocadillo para recuperar fuerzas. Los saludo con cariño.

En el camino convives con una serie de gente a la que hay días que ves, otros que no, pero que sabes que están ahí, te suenan sus caras. Con algunos has hablado, con otros solo un saludo breve. Pero te acompañan todos los días, no vas solo. Depende de la jornada de cada uno, unas veces ellos irán 6,7 kilómetros por delante tuya, otras por detrás.

Sigo adelante con los americanos hablando con el padre y explicándole mi situación, cómo va mi camino. En poco tiempo llegamos a Vega de Valcarcel. A la entrada está el albergue brasileño, pero yo no voy a ese sino al municipal. Atravieso el pueblo con la gente del padre Luke, casi al final aparece el albergue, a la derecha, al final de una pequeña subida.

Nos despedimos, ellos siguen hasta Las Herrerías, el pueblo siguiente a uno 3 kilómetros. Yo quiero ver a Benja, me dan su correo y quedamos en vernos el día siguiente a lo largo del camino.

Subo la cuesta y al final de las escaleras veo a Benja sentado en una piedra con el pie hinchado al aire. Sentado al lado un español, Carlos al que he visto también en el albergue de Cacabelos.

Subo y me recibe la hospitalera a quien por unos días le ayuda un chaval medio ruso/finlandés a quien vi en Rabanal del camino. La liturgia de siempre, registro, credencial, sello, cobrar, nos enseñan el albergue, la lavadora, cocina, los cuartos, y abajo donde te reciben para comer o charlar, con una mesa grande y lleno de biciletas. El grupo grande que me adelantó en Cacabelos.

Todo igual salvo por la hospitalera, María. Joven, de unos 29, 30 años, el pelo corto, vestida entera de negro. Con un acento dulce, mitad asturiano,mitad gallego. Muy guapa.

Me asignan una litera y tras charlar con Benja un rato, subo a ducharme. El agua está fría pero ya me he hecho a las incomodidades del camino, solo necesito quitarme el sudor, limpiarme y a correr.

Bajo las escaleras, tengo hambre y quiero buscar un bar. Cuando llego, Maria que se ha quitado la rebeca que llevaba, está limpiando el jardín. El grupo de ciclistas es un grupo de militares del ejercito de tierra, ellos, Carlos, Benja, están sentados admirando a María. Le pregunto dónde puedo comer y María me dice dos o tres sitios, me voy a uno que he visto al venir atravesando el pueblo. Mi amigo que sigue con su pie maltrecho me dice que me vaya solo, que prefiere dormir la siesta.

LLego al bar, aquí estaré casi dos horas, mis bocadilloss de todos los días, mis coca-colas y un poco de tiempo para escribir el blog diario. A mi lado, un grupo de viejos del pueblo juegan una partida de cartas, durante todo el tiempo que están a mi lado no entenderé una sola palabra de lo que dicen.

Sobre las 6 largas, estoy cansado, empiezan a llegar los militares al bar y yo decido que vuelvo al albergue. Pago, saludo a los peregrinos y me voy. Al llegar los peregrinos están lavando la ropa, durmiendo la siesta o simplemente descansando. Entro en la sala grande donde han dejado las bicis y me encuentro con María que está recogiendo cosas. Me pregunta que tal el bocadillo y le digo que muy bien. Nos ponemos a hablar de mi camino, dónde he estado y qué he hecho. María empieza a contarme sus cosas, cuando yo le cuento que tengo un blog y el proyecto de los zapatos, ella me cuenta que también tienen un blog donde vende sus complementos. Me habla del amor, de lo importante que es para ella, del negocio de sus padres, una funeraria y de cómo con esos conceptos ha creado su blog "morir de amor complementos" me parece una idea, nos vamos relajando, y contando historias, hasta que ella se sincera, acaba de dejar al novio hace apenas unos días después de 4 años de relación y está ahora mismo completamente hundida. Le pregunto qué tiene el camino que todo el mundo cuenta sus problemas de amor. No soy yo el más indicado para hablarle a nadie de amor, pero allí estoy sentado en la mesa escuchando a María, se valora poco me dice, pero qué me dices, tu eres muy guapa, te tienes que querer más, y que los niños te adoren, ya, ya si eso me dice mi madre, pero es que después me tocan los peores. Parece que se va a echar a llorar, María no se llora, hay que ser fuerte, mirar para adelante y sonreirle a la vida.
De pronto le digo a María, eh, eh que yo soy el peregrino, no el hospitalero, eres tu la que tiene que ayudarme, aconsejarme, no al revés, ella se ríe, con una sonrisa bonita, cariñosa. Seguimos hablando tranquilamente cuando suena su móvil, es su hermana. María dice que se va a Villafranca, quedamos en que cada uno mirará el blog del otro y se despide.

Después sigo escribiendo un rato, hasta que Carlos y sus compañeros de camino Josefa y Pascual me cuentan un poco como va su camino, ellos empezaron en Jaca.

Con María he estado hablando cerca de hora y media, después escribiendo, se me han hecho ya las diez. Hoy estoy cansado, el resfriado ha ido a peor, la lluvia me ha golpeado en el camino y echo de menos a Uli. Me quiero ir a dormir cuanto antes. Cuando subo arriba, está Benja sentado en una de las sillas de la cocina, charlo un rato con él, no sabe qué hará mañana, cuando se levante lo decidirá. Me despido de él y me meto en la cama.

En el albergue hay dos zonas de literas, cada una formada por 3 cuartos, en el mío hay 8 literas, la luz ya apagada, los primeros ronquidos empiezan a oírse, hoy no me importará y dormiré seguro. Termina mi primer día sin Uli, ha sido duro pero me ha dado la oportunidad de conocer a más gente, de enfrentarme a otro tipo de experiencias.

1 comentario:

  1. Alvarito, piensa en los dias que has disfrutado de su compañia, a veces la gente entra en nuestras vidas para un breve tiempo y hay otras que se quedan para siempre, y hay que disfrutar tanto de unos como de otros!!..................la historia de Maria me suena jejejeje si algunas somos especialistas en atraer a los cafres!! Animo seguro que encuentras a nuevos compañeros de viaje, un besote Jennifer

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