jueves, 3 de junio de 2010

Triacastela - Mercadeiro






El padre Luke se levanta a la hora en punto. Despacio, de uno en uno, va intentando levantar a todos los chicos, habla en voz baja para no molestar a los demás. Los hay que se levantan en seguida, otros se hacen los remolones pero todos a las 7 menos cinco estarán aseados, y con la mochila en la puerta para ir a coger el autobús.

Yo soy el último en bajar de la litera. Solo una semana antes, me estaba levantando en una pensión con Gita y Uli. 7 días, y me ha pasado de todo. Sin embargo me parece que llevo en el camino meses. Otra despedida, a todo se hace el cuerpo, y esta me cuesta menos que las de mis amigas, aunque he de admitir que no me es fácil decirles adiós a todos, cuando uno a uno se van marchando. Especialmente al padre Luke, y a Maryusa, la última en irse, me da un abrazo y dos besos. Me quedo de pie, junto a la puerta de abajo del albergue. Esa niña tiene algo, bondad, sonrisa.

Esta mañana al levantarme me he planteado irme con ellos, coger el autobús y saltarme una etapa pero al final me he dicho que no, este es mi camino el hecho de que ellos se vayan son circunstancias que me ayudan a conocer a más gente. Recuerdo las palabras de Uli "Das the caminou. People come and People go".

Me vuelvo al cuarto sin ganas de meterme en la cama, ordeno tranquilamente la mochila, me aseo y voy a la cocina donde algún peregrino ha dejado una bolsa de cruasanes que agradezco. Me como tres y echo a andar. Se me ha acabado la vaselina y las tiritas así que busco la farmacia donde mis amigos han cogido el autobús apenas 45 minutos antes. La verdad es que no estoy teniendo excesivos problemas con los pies. Cada día al final de la jornada me doy un masaje con alcohol de romero, después vaselina y tiritas en las zonas más rozadas. Por la mañana, la misma operación.

Hoy no sé dónde pararé, la primera opción es Sarria a unos 22 kilómetros. Hay dos caminos, por Samos que es un poco más largo y se ve el monasterio, como me comentó Felix el primer día en Sahagún, o por San Xil. No encuentro la opción de Samos y como voy distraido pensando en las despedidas prefiero seguir las fechas amarillas. Ya volveré otro año a ver el monasterio.

El camino se empina mucho a la salida de Triacastela, hasta San Xil apenas hay 6 kilómetros, pero son complicados sobre todo como inicio de etapa cuando aún estoy frío. El paisaje muy bonito, riachuelos, árboles por todas partes, grandes praderas, granjas con vacas. Hoy no llueve y llego pronto a la cima. Después ya todo es bajada hasta Calbor a unos 11 Kilómetros.

En una parada veo a lo lejos acercarse a un cuerpo menudo, pelo moreno alborotado, me suena su cara y la espero. Cuando llega a mi altura me saluda, hola, qué tal llevas el día madrileño? Es Josefa, la he visto ya en algunos albergues como el de Cacabelos y estuve hablando con ella y con sus compañeros de viaje Pacual y Carlos en Vega de Valcarce. Echamos a andar juntos.

Josefa debe rondar los 50 años, se divorció hace ya unos 15 y habla y no para de hablar de su hijo y de su nuera, a los que quiere mucho y con los que hace muchos planes. Es catalana, de Gerona creo.

Josefa empieza a hablar y no para hasta que lleguemos a Sarria sobre la una y cuarto de la tarde. Me cuenta sus experiencias del camino, todos los que ha hecho, el que más le gusta el de la ruta de la plata. Cómo es el primitivo, que este año ha empezado en Jaca, que a los pocos días conoció a Carlos que va con Pascual y que se han hecho amigos y van haciendo el camino. Se lleva mejor con Carlos, y pasa las tardes charlando con él. Me cuenta los grandes amigos que ha conocido en el camino, sobre todo un matrimonio danés. A ella la conoció en el camino de la ruta de la plata hace unos 3 ó 4 años, y ellos ya han venido a España dos veces a verla, y vuelven ahora en julio a la casa que tiene en la costa brava. Para cuándo tu visita a Dinamarca? No dejes de ir Jose, sí Álvaro, sí, pero hay que poner de acuerdo las vacaciones de mi hijo, mi nuera y las mías, un follón.

Pasado Calbor, Jose empieza a quejarse de los pies, son muchos días andando y tiene ampollas, nos paramos en un bar pasada Calbor a tomarnos una coca-cola y una palmera de chocolate. Seguimos tranquilamente, en unos 5 kilómetros estamos en Sarria.

Jose, así se llama ella misma, ha reservado habitaciones en un albergue privado para ella y sus amigos, seguramente también se una Vicentet, amigo de Carlos que empezó ayer el camino con ellos. El paisaje se llena de pinos enormes, en las ramas, colgando, una especie de nidos, como de larvas, no los he visto nunca. Jose me explica que son los nidos de una especie de gusanos que se comen los pinos. Me dan un poco de grima.

A un kilómetro de Sarria veo llegar a Giuseppe que empieza a cantarme el Vincero de Nessun dorma con el que me saluda cada vez que me ve, yo a gritos le saludo Puccini, Puccini! Los tres seguimos andando. Las conversaciones se complican, el inglés de Giuseppe no es muy bueno así que tardamos mucho en entendernos. Jose aligera el paso, le duelen mucho los pies y quiere llegar cuanto antes. Mi amigo italiano, de Napolés, me explica que en Sarria se le une un amigo que está viniendo ahora mismo de Italia en avión y que juntos seguirán hasta Finisterre. Después acabamos hablando del próximo mundial de fútbol, le gustan Xavi e Iniesta, como a todos le digo yo.

El camino en Sarria discurre por una calle muy empinada a la que se llega tras subir unos tramos de escaleras, cuesta un poco, pero al menos ya sabemos que hemos llegado. El napolitano se queda en un albergue con buena pinta y que en la puerta dice que tiene camas libres, nos despedimos hasta el día siguiente. Acompaño a Josefa hasta su albergue-hostal que está al final de la calle, casi a la salida del pueblo. Allí el dueño nos explica que hoy hay feria en el pueblo y que se puede comer pulpo muy bueno. A mi ya me ha convencido, pero Josefa dice que está cansada, que prefiere irse a la ducha y a esperar a sus amigos. Nos despedimos, le doy las gracias por la charla durante el camino y salgo del albergue.

La feria está apenas a 200 metros del albergue, al final del pueblo, en el inicio de la ruta señalada por las flechas amarillas. No es una feria como lo que entiendo yo, en un descampado, unas estructuras metálicas cubiertas por lonas protegen filas de bancos y mesas de madera, en el centro señoras mayores con grandes cacerolas cuecen los pulpos. Además hay algunos puestos que venden ropa, artículos de cosas, marroquinería, etc. Paseo entre los puestos y me paro enfrente de una señora que está sacando un pulpo para empezar a cortármelo. Se me queda mirando y me dice, quieres comer? Yo le digo que sí, y me dice pues siéntate aquí que te trataré bien.

Bajo los escalones hasta donde está su pulpería, un montón de gente sentada en los bancos, yo soy el único peregrino. Dejo mi palo apoyado en el muro de la puerta y me sitúo enfrente de ella con la mochila encima del banco. Me levanto para ver cómo lo hacen, sacan los pulpos de la cacerola, le quitan la cabeza, y cortan los brazos poniéndolos en platos que primero han bañado en el agua caliente de las cazuelas. Llevan guantes para no quemarse, después los aliñas, aceite, sal, picante. Y los van sirviendo, es un proceso casi industrial por la agilidad con que lo realizan. Hablo un poco con ellos que me explican cómo lo hacen mientras lo hacen.

Quieres comer? Sí, pues ahí que ahora te pongo un plato. Me siento, me sirven un buen trozo de pan, un vaso, una botella de vino y una de gaseosa. Al poco llega mi deseado plato de pulpo. Justo en ese momento aparece un peregrino catalán de unos 60 años con el que hablé en Cacabelos y al que dí la paz ayer en misa en Triacastela. Me pregunta si se puede sentar conmigo. Sí claro, cómo no. Se pide otro plato de pulpo.

Vamos comiendo y hablando, él empezó en roncesvalles hace 3 años y cada año ha ido haciendo un poquito, este año ya termina. Tiene mucho acento catalán y las pulperas gallego, a mi en el camino se me debe haber perdido, porque me preguntan que donde soy, digo que de Madrid y a nadie le extraña. Me habla de Barcelona y yo le digo que me encanta vivir en Madrid, no me entiende pero seguimos los dos comiendo pulpo. El se queda hoy aquí, ya ha pasado por el albergue y no le apetece seguir.

La feria tiene lugar todos los meses los días 6,20 y 27, da igual el día en que el que caiga. Eso nos dice una señora que está allí ayudando a las pulperas, tiene 80 años. Ya se ha jubilado, nos cuenta que en su casa eran once hermanos, que antes si había que comerse la cabeza del pulpo se la comían pero que ya no, que se tira, cuántas cabezas me habré comido yo. Tiene una hija, ella fue madre soltera y ha trabajado mucho para sacar a su hija que ahora le ha dado una nieta que es la alegría de su vida. Seguimos preguntando, la pulpera nos dice que los pulpos vienen congelados de Málaga, toma ya, digo yo, sí pero como lo hacemos aquí no los hace nadie me dice, los de málaga son mejores que los de Marruecos. Me cuenta la tradición del Botafumeiro, antes los peregrinos llegaban sin ducharse y con enfermedades a la catedral, y dormían allí, así que el Botafumeiro se usaba para desinfectar y disimular los malos olores.

Terminamos el pulpo, y yo repito, hay platos de 6€ y de 3€, así que me pido uno de 3, mi compañero no repite y se pide un café de puchero.

Al terminar pagamos, mi último dinero en billetes, espero encontrar un cajero en el camino. Nos despedimos de las pulperas y de la señora que nos dice que volvamos el año que viene, aunque a lo mejor ella no estará. Le digo que no diga cosas raras, que como venga yo el año que viene y ella no esté me enfado, me rie y me dice que lo intentará. Me despido del peregrino que se va dando un paseo por el pueblo. Son las 3y45 y me pongo en marcha aunque sin saber muy bien a donde.

El cielo está nublado, hoy no ha llovido. Me pongo a andar camino de Ferreiros, que en el planito, que me acompaña, es el único pueblo que dice que tiene albergue, está a 14 kilómetros. Como todas las tardes camino solo, el paisaje es el mismo al que estoy aconstumbrado desde que pasé Cebreiros, solo que esta jornada tiene muchas casas pequeñas que salpican el camino, con muchos pueblos pequeñísimos donde en algunos no hay bares ni nada. Entre los pueblos de Brea y Casal se encuentra el punto kilométrico 100. El que quiera conseguir la Compostela ha de andar cómo mínimo esos últimos 100.

Como voy solo y no me encuentro a nadie, decido que es momento de volver a cantar. Aunque he estado solo martes y miércoles no he sacado el ipod. Hoy me acompañan desde el principio Neil Diamond y Elvis Presley, un cd de canciones de Gospel muy apropiado para el camino. Descubro una que combina Gospel, country y rock&Roll, se llama Run on y la escucho varias veces seguidas. Voy bailando sin reparo y jugando con mi palo, de vez en cuando me paro en algún claro, y uso la cornisa para cantarle a un público formado exclusivamente por vacas y multitud de árboles. Para terminar vuelvo a la canción del camino, Alejandro Fernández y yo seguimos con nuestro idilio particular. Al doblar una esquina, sin darme cuenta, me encuentro una granja donde me doy de frente con un granjero y un árabe que trabaja para él que me están aplaudiendo y riéndose. Me quito los cascos, muy bien, muy bien, mi dice un señor de 70 años muy repeinado. Así se canta con alegría, pues claro, si no vengo con alegría me quedo en casa, claro, di que sí chaval. Gracias, gracias, hasta luego.

Me vuelvo a poner los cascos, al poco llego a Morgade, ya son las 6 y 10 de la tarde. Es el primer bar hostal que veo en 13 kilómetros. Me paro a ver si tiene camas, los pies me empiezan a doler y tengo un inicio de tendinitis en el pie derecho. Cuando entro hay un par de señoras inglesas, una de ellas lesionada y 4 italianos. Todos, los 6, de más de 50 años. La mayoría de los peregrinos que me estoy encontrando son mayores. Los más jóvenes vendrán en verano, con las vacaciones supongo.

La dueña del bar le habla despacio a la inglesa que está esperando a un taxi que les llevará a una casa rural a 5 kilómetros, después volverán a por los italianos. La inglesa no entiende nada y le voy traduciendo. El tiempo pasa, y el taxi no llega. Empiezan a ponerse nerviosas y vuelvo a intermediar entre la señora y la inglesa, conseguimos que la dueña llame a la casa rural a preguntar si vienen. Está enfadada por las peticiones de los extranjeros de usar su teléfono para hablar con la casa rural. Los móviles no tienen cobertura.

Desde que entré en Galicia, el carácter de la gente ha cambiado, no es maleducada pero son más distantes, no tan cálidos como los leoneses, hasta el italiano me lo comenta; ha notado el paso de una provincia a otra.

Pasa el tiempo, comienza a llover, y para las 6y45 llega el primer taxi. Ya les queda menos a los italianos para que los recojan. Cuando deja de llover me despido de los italianos, que me ofrecen que me vaya con ellos a la casa rural. Les digo que voy al albergue de Ferreiros.

Sigo andando solo, la lluvia ha dado paso a un sol luminoso que hace que la caída de la tarde sea muy bonita. Me adelantan unos ciclistas, a quienes supero después en un camino que asciende dentro de un río y donde ellos tienen problemas con las bicis. Llego a Ferreiros donde solo hay unas pocas casas, un bar y el albergue, en los últimos 50 kilómetros los pueblos son muy pequeños. Hablo con la hospitalera y no aceptan tarjeta.

Tengo que seguir adelante, me duelen los pies, ya son las 7 y 15 y el tendón hace que me arrastre en lugar de andar. Mercadeiro hay un albergue privado a unos 4,5km. No me lo pienso y arranco, en una hora y poco, llego a Mercadeiro, es un albergue restaurado, casi una casa rural. Tienen un restaurante muy bien decorado, dos habitaciones con 4 literas cada una y dos habitaciones individuales.

Estoy muy cansado, así que decido que hoy dormiré en una habitación individual. Me ducharé y bajaré a cenar solo. Me duele mucho el tendón. Cenaré rápido y a las diez me meteré en la cama hasta las 9 del día siguiente. No hablaré con los peregrinos que hay en el albergue, estoy dolorido y tengo que asumir tanta despedida. No sé si me apetece volver a conocer gente aunque por estar en los últimos 100 Kilómetros ya no podrán coger un autobús.

La jornada ha sido muy larga, 40 Kilómetros, me he despedido del grupo de americanos y me he encontrado con una charla con Josefa y el pulpo en Sarria. Cada día surgen infinidad de anécdotas, gente nueva, hoy además he empezado a tener mis primeros problemas físicos. Me quedo dormido enseguida.

2 comentarios:

  1. Álvarez!!! qué cerquita estás ya!!. Ayer te llamé por si te pillaba en algún descanso. Tendrás un mensaje en el contestador.
    Espero que estés mejor del tendón. A ver si haciendo alguna etapa más corta se mejora.
    Besote fuerte peregrino. Buen camino!!

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  2. ¡Vamos campeón que ya queda muy poco!

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