domingo, 30 de mayo de 2010

Molinaseca - Cacabelos






La noche no ha sido fría pero sí muy húmeda y se me ha metido en los huesos, creo que me voy a resfriar. Aunque he dormido en dos tandas, he descansado.

Cuando abro los ojos son casi las ocho de la mañana y a mi lado Uli sigue durmiendo y los holandeses que estaban en la otra litera ya no están. Me levanto y me voy al baño para prepararme para irme. Vuelvo apenas diez minutos después y mientras ordeno la mochila Uli empieza a desperezarse, cada día nos levantamos más tarde le digo, mientras empiezo a toser y a notar la nariz taponada. Me resfrío seguro.

Mientras Uli va al baño, que está al fondo de la nave de la iglesia, donde debió encontrarse el altar, busco a Mati que está en su cuarto. En los albergues siempre hay un cuartito para el hospitalero, y siempre, con un folio cutre escrito a mano donde puede leerse hospitalero. Está haciendo las cuentas, las apunta en un cuaderno, me recuerda a mi abuelo Rafael que apuntaba todos los gastos en unos cuadernos grandes con el debe y el haber, alguna vez me lleve esos cuadernos para los problemas de mateticas del colegio. Mati tienes que aprender a usar el ordenador, que sí Arteaga pero yo lo guardo todo aquí arriba, tocándose la frente ya despejada por el paso de los años, no lo necesito. Mati si no es que lo necesites, si puedes seguir todo teniéndolo en esa cabeza tuya pero el ordenador te ayuda a tenerlo todo mejor guardado y a que no se te pierda, que el cuaderno puedes olvidarlo en cualquier lugar. Bueno Mati, me voy ya. Muchas gracias por todo. Un abrazo chaval, tu eres un buen tío. Cuídame a la niña que se lo merece. Descuida yo la cuidaré hasta Santiago.

Uli se despide desde las escaleras y empezamos nuestra camino de hoy, aún no han dado las 9en el reloj de la iglesia y empezamos nuestro camino a Villafranca del Bierzo, a unos 32 Kilómetros. La primera ciudad que nos encontramos a unos 8 kilómetros es Ponferrada con su plaza mayor, su iglesia de la encina y el castillo templario, después de de una hora larga andando llegamos a la ciudad donde se ven muchas banderas de la Ponferradina en los balcones. Recuerdo que Ángel estuvo aquí trabajando cuando´empezábamos a ganarnos el pan y le llamo para charlar un rato con él y que recuerde uno de sus primeros destinos. Llegamos al castillo, enfrente hay una cafetería donde ya está sentados los dos holandeses, dos alemanas que Uli conoció en León, y Tim, el alemán que venimos viendo desde el viernes en cada desayuno.

Saludamos a todos, en alemán, en inglés, ellos responden en italiano, español; si una cosa te enseña el camino es la importancia de las lenguas, sobre todo del inglés, y de cómo todo el mundo se esfuerza por hacerse entender y por intentar aprender español. He pensado mucho en este camino en el lío que tenemos montado en España a costa de las dichosas autonomías y de las lenguas cooficiales, el mundo habla inglés y español y nosotros empeñados en que nuestros hijos hablen otra cosa. Tras esta pequeña torre de babel entramos en la cafetería, hoy no hay napolitanas de chocolate para desesperación de Uli que se ha de conformar con una de crema, café para ella y cola-cao con un trozo del bizcocho que está sobre el mostrador para mí.

Mientras espero a ser atendido, un jubilado de Melia Sol, que lleva viviendo en Mallorca desde hace 30 años, me cuenta que llevan 3 años junto con otros compañeros de la empresa haciendo el camino, cada año hacen unas 8 ó 9 etapas; la hacen sin mochila, alquilan una furgoneta y se turnan para condudirla hasta el pueblo donde terminan, hoy le ha tocado a él.

Terminamos el desayuno, los demás ya se han ido, un paseo por el casco antiguo de Ponferrada y a caminar. La salida de Ponferrada es larga, pero tras pasar por encima del Sil, entramos en una zona residencial con chalets muy bonitos y jardines cuidados, no tiene nada que envidiar a las zonas más exclusivas de las grandes ciudades españolas.

Ya en carretera empezamos a ver árboles frutales, hay cerezos, higueras, perales, manzanos, pero aún están verdes para poder coger alguna. Le comento a Uli que me apetecería mucho poder comer algo y me dice que aún es muy pronto, que se nota que soy de ciudad que no sé nada de esto, pero nada de nada le digo yo. Seguimos andando y más adelante volvemos a ver cerezos que han crecido en los arcenes, fuera de las fincas valladas y en ellos para mi alegría se ven cerezas rojas, no del todo pero me lanzo a coger alguna, las probamos, están buenas grito como un niño, durante los próximos minutos nos pararemos en los cerezos para ir comiendo unas pocas. Yo me estiro a las ramas más altas y cojo para las dos.

Hoy Uli está más pendiente del movil que otros días, cada cierto tiempo reduce la marcha, comprueba su buzón y responde rápidamente.

Llegamos a Columbrianos, donde hacemos una parada para comprar un helado. Las costumbres son las costumbres, aunque hoy ya no es día de helado, el tiempo va cambiando poco a poco y las nubes van tapando el magnífico sol que nos ha acompañado durante la última semana. En la nevera de helados hay flash congelados, me recuerda a cuando salíamos corriendo de Valparaiso 21 después de jugar al fútbol a comprar los flashs grandes de Kelia de 10 pesetas. El viernes vimos unos antes de llegar a Astorga y le expliqué a Uli lo que eran, hoy salgo de la tienda orgulloso como mi flash de limón en la mano. Uli me pregunta con la mirada si me voy a comer eso, y le ofrezco, me dice que no, y tu infancia? Mi madre no me dejaría comer eso nunca, mucha química me dice riéndose.

Seguimos andando, aún nos queda mucho para Villafranca del Bierzo. Antes hay que pasar por Villa del Bierzo, unas bodegas que se encuentran en camino y que el libro de Uli dice que ofrece una copa con una tapa para los peregrinos. Tras casi una hora andando y a punto de llegar a cacabelos, vemos las bodegas y paramos. Fuera hay unas sillas donde Uli se quita los zapatos y los calcetines. Hoy está muy cansada y hemos ido muy lentos. Se detiene tranquilamente unos 5 minutos antes de entrar en la bodega. Su libro contiene una frase en español que llevamos enseñando toda la mañana, "una copa de vino por favor para un pobre peregrino?" y que es la que hay que decir en la bodega para que te den la copa. Le digo que entre sola, que tiene que decir ella la frase sin que yo la ayude.

Cuando entro, la chica que nos atiende está poniendo las copas, aunque Uli no ha sido capaz de decirle la frase. Allí estaremos casi una hora, tomando vinos del Bierzo hechos uva mencia, acompañándolo con una empanidalla muy buena. No entra nadie, así que la bodega es para nosotros y tenemos tiempo para hablar con la chiquilla que nos habla de la ponferradina, de cuando estuvo en inglaterra para aprender inglés y de los tipos de vino que producen.

Pagamos al salir, con esfuerzo Uli se pone los calcetines y las botas y seguimos.

Cacabelos está apenas a 6 kilómetros y ya me dice que cuando lleguemos allí, ella verá qué hace. Me suena raro, llevamos 6 días juntos y hoy dice que verá que hace cuando hasta ese momento ninguno se había planteado hacer el camino sin el otro.

El final de la jornada se nos hace eterno, el pasiaje ha cambiado y se parece a la toscana, muy verde, muchas cepas y árboles por todas partes. E una viña encuentro un palo tirado, lo recojo, lo peso, lo mido. Ya tengo palo de nuevo. Uli está realmente cansada y tardamos en recorrer la distancia que nos queda casi dos horas para llegar a Cacabelos a las 4y30 de la tarde.

Según vamos entrando en el pueblo le pregunto cómo va para seguir hasta Villafranca del Bierzo, y me dice tajante que ella no sigue, que se queda. Me pregunta qué hago yo, y le respondo que me da igual, me quedo.
Solo hay un albergue municipal, se encuentra rodeando a la iglesia, haciendo una especie de semicirculo con el tamaño de la iglesia, tiene un patio a donde dan todas las habitaciones que son de dos camas cada una y se comunican por arriba. Saludamos a la hospitalera, que es una empleada del ayuntamiento y es poco habladora. Nos toma los datos, nos registra, nos sella la credencial y nos cobra.

Esta tarde estaré sin Uli, ella llega a la habitación muy cansada y se tira en la cama, no saldrá de la habitación y estará pegada al teléfono hasta que nos vayamos a dormir sobre las 10y30 de la noche.

Yo voy entrando y saliendo de la habitación. Haré la colada junto con el holandés mayor que me contará que estuvo en el Himalaya hace 4 años y que tenía que hacer el camino para tranquilizarse y tomar la vida de un modo más relajado. Me contará que es ingenio civil y que es muy exigente en su vida profesional.
Me tomaré un bocadillo mientras charlo con Benja con quien vuelvo a coincidir en el albergue. Buena persona, muy jovial y hablador, da gusto estar con él. Se ha hecho amigo de dos alemanas con quien siempre anda por el albergue.

Después me iré a dar una vuelta por el pueblo, me sentaré en un bar a escribir un poco y ver el tenis en la tele mientras me tomo una coca-cola y aparecerán más peregrinos, para, de la nada, volver a montar una improvisada reunión.

Sobre las diez, ya cansado regresaré a la habitación, como siempre, como cada noche al final del día pero hoy será distinto.

Mañana me voy, me dice Uli. Me duelen los pies y voy a coger un autobus hasta Sarria. Qué? pero y yo? Y nosotros? No íbamos juntos a Santiago? Cómo que te vas? ella me mira seria, no hay lugar para las emociones en la cara de mi amiga mientras yo por dentro siento que algo se quema. Uli no son tus pies, qué pasa. Quiero estar en Santiago el domingo, quiero volverme a Austria antes y estar con él la última semana de vacaciones. Mañana cojo el autobús, descanso y me salto dos jornadas.

No sé si ella lo nota, pero estoy a punto de echarme, a llorar. Claro, claro, lógico, lo comprendo. He comprado chuchuerias en la plaza del pueblo, le ofrezco y coge una nube y una fresa.

Nos dormimos? apago la luz? Sí por favor me dice, perdona estoy resfriado, quizá hoy el que ronque sea yo le digo.

Apago la luz, en el silencio de la noche, mi cabeza da vueltas, todo son recuerdos, los últimos 6 días parecen meses y sin embargo se acaban. No me había planteado tener que despedirme tan pronto de ella, creía que llegaríamos juntos a Santiago.

Rabanal del camino - Molinaseca






Me miró. Bajo la vista hasta la copa que acababa de terminar. Todas las noches nuestro ritual incluía una botella de vino a medias. Levantó sus grandes ojos hacia mi y ya no pudo más. Después de un día largo, con una subida complicada hasta Foncebadón y la cruz de hierro, Uli se echó a llorar. No me lo esperaba, una mujer tan fría en ocasiones, tan segura de si misma en apariencia, estaba enfrente de mi con lágrimas como una niña pequeña a quien le han quitado un juguete.

Sentados en la terraza de un bar, enfrente del puente romano de entrada a Molinaseca, donde la piscina de agua natural, cenábamos juntos como fin de jornada. Después de ducharnos, hacer la colada, ordenar nuestra mochila y charlar con los demás peregrinos, la cena siempre era para los dos, solos. Era nuestro cierre de día.

Llevábamos una hora cenando, yo solía ser el que hablaba, contaba anécdotas, pero esta noche no había sido así. Desde el principio Uli se sintió más cómoda que otras veces y tras casi 5 días juntos se sinceró. Había dejado a su marido hacía poco más de un año, en ese tiempo había conocido a alguien y se había enamorado. Mantenía el contacto con su marido y éste quería que volviesen a vivir juntos. Ella se había dado un tiempo para tomar una decisión. Plazo que empezó hacía poco más de un mes y que incluía el camino.

Pensarás que soy una mala persona, me dijo, como si realmente le importara mi opinión, o como si ella lo pensase de si misma y necesitase compartir ese peso con alguien. Sea como fuere, me gustó que por fin aquella austriaca enamorada de las napolitanas compartiese conmigo sus pensamientos. Mala por qué? Por estar con dos personas a la vez, por dudar, por no saber que hacer. Uli, si eres sincera, no pasa nada, haz lo que te haga feliz. Sin importarte lo que digan los demás, es tu vida y eres tu la que tiene que vivirla. Pero sabes ya lo que vas a hacer? Sí, creo que lo sé desde antes de empezar el camino.

Me sonrió. Se secó las lágrimas. Me puso la copa delante de la botella para que le sirviera, siempre lo hacía yo, y se quedó callada mirando el río. Miré al camarero y le pedí la cuenta.


Una vez más somos los últimos en salir del albergue. Desde casi las 6 de la mañana hay peregrinos que ya están en camino. Como ya he dicho alguna vez, cada uno hace su camino, Uli y yo hemos decidido que el nuestro empieza no antes de las 8y30 y que termina cuando queramos, si hay que andar a las 4 de la tarde, se anda, aunque ello implique que muchas veces después de la hora de la comida a los únicos que vemos sea a los que hacen el camino en bici, y que cuando llegamos al albergue seamos los últimos en registrarnos.
Esta mañana compartimos el honor con un grupo de 4 valencianos que van en bici y que al salir nosotros están terminando de engrasar y limpiar sus herramientas.
Media hora antes ha llegado Lola para empezar a limpiar el albergue, ordenar el cuarto de las literas, recoger los desayunos y fregar los baños, pues a las doce empiezan a llegar los primeros peregrinos.

Charlo con ella mientras hace sus tareas, que tenga suerte con Uli, que nunca se sabe dónde surge el amor, que vuelva el año que viene, me da su correo para que le escriba y le mande el link del blog, me promete que lo leerá. Después, uno de sus famosos abrazos, que ya he visto como se lo ha dado antes a otros peregrinos que han salido antes que nosotros. Qué vitalidad tiene esta mujer por las mañanas. Me ato las botas, Uli entra en la habitación y también se despide de Lola. Salimos.

Voy sin palo, se me rompió ayer jugando a golpear piñas, se quebró por la mitad, de cuajo, sin posibilidad de arreglo, así que decidí despedirme de mi fiel compañero en una ceremonia sencilla pero emotiva, ante la mirada atónita de Uli que debía pensar que no estaba bien de la cabeza, si no lo pensaba ya desde el primer día. Otro palo me elegiría en el camino.

Hoy nos queda una buena caminata hasta Facebadon y la cruz de hierro, están a unos 1.500 m de altura. El paisaje empieza a cambiar a medida que nos acercamos a Galicia, al monte de Cebreiro. Aún no es el paisaje verde de grandes bosques, pero una especie de dehesa, de monte bajo, surge a nuestro paso indicándonos que nos alejamos cada vez más de la meseta, de Castilla.

Le voy traduciendo a Uli, las cosas que han dicho los ciclistas al despedirnos, las de Lola, algo de lo ocurrido ayer; cómo siempre que estamos solos. Es fácil; cuando ya no hay nadie, me mira y me dice “translate” y durante un buen rato yo le cuento lo que no me ha dado tiempo mientras tienen lugar las conversaciones.

En esas estamos esta mañana, cuando aparece un coche dándole al claxon y blandiendo unas sandalias por la ventanilla. Es Lola, llega a nuestra altura y se las muestra a Uli, son casi iguales a las suyas, y Lola, que se fija en todo, al verlas en el albergue ha pensado que se las había olvidado. Uli le dice que no con la cabeza, que no son suyas. Le doy las gracias a Lola, y le pregunto si va a andar un poco más para buscar al peregrino que se las ha dejado, y me dice que no que ella tiene que trabajar, que ha hecho el esfuerzo porque pensaba que eran nuestras. Le vuelvo a dar las gracias. Le digo a Uli que Lola me quiere más que ella, asiente y me dice que me vuelva al albergue con Lola. Cuando Lola vuelve a pasar a nuestro lado, después de su maniobra para regresar, se lo comento, y me dice que es verdad que ella me quiere más que Uli, pero que Uli me necesita más.

Seguimos andando, subimos a Facebadon donde charlo con unos italianos que me preguntan por la camiseta que llevo, les hablo de la Toscana, de Roma, de Venecia, de Milán, y de Siena, ay Siena… Foncebadon es un pueblo creado en el 946 por el ermitaño Gaucelbo para dar cobijo a los peregrinos. Tuvo diferentes épocas de esplendor a lo largo de tantos años, y en el año 1900 contaba con 250 vecinos. Hoy en día apenas quedan unos pocos.

Una pequeña subida de dos kilómetros y llegamos a la cruz de hierro, la tradición marca que hay que traer una piedra de casa que ha de ser más grande cuánto mayores sean tus pecados, y depositarla al pie de la cruz. Ni yo ni Uli hemos traído, en mi caso porque no conocía la tradición, además, de cualquier manera de haberla traído en la mochila solo habría cabido la piedra.
Al llegar vemos las piedras debajo de la cruz, y un montón de fotos, escritos, banderas, pegadas a la cruz. Nos paramos un rato, rezamos un poco, descansamos, agua y seguimos adelante.

Más adelante Manjarín, de lo que solo queda el albergue, restaurado hace años por Tomás que dice descender de los templarios y que tiene banderas de países que le han ido dejando los peregrinos.

Hoy hace calor, ya no tanto como en los días anteriores, y el paisaje va cambiando, se convierte en un sube-baja continuo que hace nuestro caminar más lento. Buscamos el pueblo de El acebo donde paramos a comer, como siempre bocadillo y coca-cola tirados a la salida del pueblo en una sombra.

Después, dirección a Riesgo de Ambros. El camino se hace angosto y pedregoso, y si bien entre los dos pueblos apenas hay 3 kilómetros tardamos cerca de una hora. Se nos hacen las cuatro y como siempre a estas horas, estamos solos Uli y yo cuando empezamos el último tramo que nos llevará hasta Molinaseca. Hace mucho calor.

El terreno cada vez es más montañoso, no vemos una sola casa, solo nos cruzamos con un peregrino de unos 70 años que nos comenta que se arrepiente de no haberse quedado en El Acebo. Lo dejamos atrás, buen camino.

Nos encontramos con un rebaño que viene haciendo el camino en sentido contrario. Ya deben haber estado en Santiago me dice Uli. Cada vez más cansados, vemos a lo lejos Molinaseca, el libro amarillo dice que se puede nadar en el río y recordamos que Ruth, de San Justo, nos dijo el viernes que había terracitas donde la gente cenaba y se tomaba copas después y una calle llena de tascas donde tapear. La idea de darnos un baño nos anima, así que decidimos que al llegar, sin pasar por el albergue nos meteremos en el río.

Son las 5 y 30 cuando llegamos a Molinaseca, a la entrada del puente está el único peregrino que hemos visto que hace el camino a caballo. Intento hablar con él, pero solo habla francés, así que nos despedimos y seguimos cruzando el puente. Vemos dos playas de césped y la gente tumbada tomando el sol, los chiquillos juguetean en el agua y al fondo unas paredes con una esclusas abiertas que en verano al bajarlas, crean una piscina natural donde se bañan todos los del pueblo y, cómo no, los peregrinos.

Buscamos una zona apartada para cambiarnos, después de una semana durmiendo en albergues con todos los peregrinos hemos perdido un poco el pudor, Uli se pone el bañador debajo de la toalla y yo me escondo detrás de unos matorrales. Nos ponemos las sandalias y al agua.

Helada, me grita Uli, el agua está helada. Y es verdad, pero yo tengo tanto calor y llevo deseando tanto bañarme en un río desde que salí de Sahagún que casi me da igual y me meto en el río con el agua que me llega hasta las rodillas. Empiezo a chapotear y me mojo entero. El agua está helada pero la disfruto. Uli me mira y lo confirma, este español no está bien, no le gustan las napolitanas y ahora esto.

Nos tumbamos un rato al sol, nos secamos y nos levantamos para buscar el albergue. El primero, casi al final del pueblo, está lleno, el hospitalero nos indica que nos vayamos al siguiente que está 100 metros más adelante. Al llegar al albergue, una antigua iglesia reconvertida, nos recibe Iñaki que ayuda a Matías el hospitalero, ambos son vascos, de Irún. Además durante unos días, está allí también Diego Núñez de Balboa, un pastor de Córdoba que ha hecho el camino unas treinta veces y que conoce todo el camino y a todos en el camino.

Al llegar he saludado a Benja, el de Alcoy, que salió antes que nosotros de Rabanal del camino y que está instalado en el albergue, compartiendo charla con unos alemanes
.
La misma liturgia de cada tarde, Iñaki coge la credencial, toma los datos en el registro, nos sella la credencial y nos cobra 5€. Esta vez hay una novedad, aparece Diego con una naranja para cada uno. Con nosotros han venido también dos holandeses con los que nos hemos venido cruzando desde el viernes en Astorga y con los que hablamos de vez en cuando. Iñaki nos dice que el cuarto está muy lleno pero que hay 4 literas en el patio, bajo cubierto y que podemos dormir allí. A Uli le encanta la idea, así que le decimos que sí, y elegimos dos camas en la parte de arriba de las dos literas que están más alejadas de la carretera. Dejamos las mochilas y cogemos las cosas para ir a ducharnos. Primero Uli y después yo.

Cuando termino de ducharme, y mientras Uli escribe cartas, me meto dentro de lo que antiguamente era la nave central de la iglesia, hoy cocina y comedor, para escribir un poco. Aparece Matías, se presenta como Mati. Es una persona mayor, con una leve cojera en la pierna por un problema en la rodilla, es vasco en el hablar, y al ver que me apellido Arteaga enseguida viene a hablar conmigo. No, Mati, soy sevillano pero vivo en Madrid. Me ve el ordenador, me dice que el tiene que aprender, que siempre lo dice pero que nunca lo hace, me pregunta que he estudiado, a qué me dedico y yo le cuento. Muy agradable, es un hombre que te mira a los ojos, me gusta. Me dice que él sobre las diez antes de cerrar el albergue da un chupito a los peregrinos que quieran, le digo que cuando vuelva de cenar, me apunto.

Aparece Uli, cuando sale de la ducha se pone un vestido naranja, que dentro de los estándares del camino es como si hiciera un pase de modelo todas las noches, y me mira. No hace falta más, ha terminado de escribir y nos vamos a cenar. Guardo el ordenador en la funda y nos vamos. Siempre que salgo del albergue llevo conmigo el ipod, el móvil, la tarjeta de memoria de la cámara de fotos y el dinero. Entra todo en la fundita del pequeño portátil que me ha prestado mi hermano Daniel para la ocasión; Jaime me ha prestado la tarjeta 3G con la que me conecto todos los días para subir el post.

Cenamos. Le pido la cuenta al camarero y volvemos dando un paseo por el pueblo, los bares aún encendidos con la radio puesta y todo el mundo pendiente. La Ponferradina está jugándose el ascenso a Segunda contra el San Andreu, ganará en el decimoctavo penalty y nosotros nos enteraremos cuando estemos pasando por el último bar por los gritos de la gente. Durante la siguiente media hora veremos los coches pasar con banderas y pitando.

Al llegar al albergue Uli se va a dormir. En una esquina a oscuras, Diego, Mati y tres peregrinos comparten un orujo. Me incorporo más tarde. Antes acompaño a Uli a su cama, pasamos al lado de las literas donde ya duermen los dos holandeses. Hablo con ella, está tranquila, ya no ha vuelto a llorar y me sonríe. Se mete en la cama, la arropo como a un niño pequeño. Al fondo se oye los coches pasar camino de Ponferrada.

Me vuelvo a la mesa donde estaban todos, allí veo a Benja disfrutando de un orujo, el mío ya me espera en la mesa. Al poco de llegar se retiran a dormir un valenciano y un alemán. Mati me pregunta que hace un Arteaga en el sur, le cuento y me explica que en el descubrimiento fueron muchos vascos en las naos; le hablo de los marineros de Lepe, de Moguer y de Palos de la frontera, de su importancia en el descubrimiento, de cómo esas poblaciones se quedaron sin hombres y que debido a eso fue el crecimiento de Huelva que en aquella época era una población más pequeña pero que al no mandar hombres pudo desarrollarse más en los años posteriores. Le digo que creo recordar que fue un Arteaga el primero que subió desde Méjico hasta el norte de estados unidos y Canadá pero que por desavenencias con la Corona nunca se le reconoció la gesta. Le digo que si estuviera mi hermano se lo contaría todo con pelos y señales, quedo en que le mandaré un libro sobre los descubridores onubenses que seguro le gustará.

En el camino he aprendido que puedes tener conversaciones de cualquier tipo, y que todas son agradables. El diálogo se divide en dos, Mati le cuenta a Benja que está divorciado y enamorado de una mujer casada, y que como ella no lo quiere, el ha decidido que va a ser hospitalero para ayudar a los peregrinos. De nuevo mal de amores. Empiezo a pensar que voy a tener que inventarme alguna tragedia para integrarme en las conversaciones.
Por mi parte Diego me cuenta mil anécdotas del camino, de los sitios por donde he pasado, de las gentes, de los albergues. Yo lo escucho atento y prácticamente sin decir nada. Diego es un hombre mayor, menudo, con barba y mucho pelo blanco, el mismo se llama el pastó con acento cordobés que no ha perdido tras tanto viaje. Tan es así que le pregunto directamente que de qué pueblo de Córdoba es, de Lucena. Diego está cansado y se va a dormir a las once largas.

Nos quedamos los tres solos, Mati cuenta una historia de su amigo Pepe de Alicante, que tiene un albergue en Villar de Mazarife y de quien dice que tiene poderes y que cura a la gente. Yo le digo que sé quién es, que está enfadado con Jesús, el del albergue de enfrente. Me dice que no, que es al revés; me habla maravillas de Pepe y yo de Jesús. Al final todos se conocen en el camino. Yo termino la conversación diciendo que conmigo Jesús se portó muy bien y el lo acepta sin más.

Me acuerdo cuando llegué el primer día a Sahagún y oía a los peregrinos contar historias de etapas ya andadas y yo no tenía nada que contar; una semana después yo también tengo mis propias experiencias como peregrino.

Son las doce, hay que irse a dormir que mañana Mati tiene que levantarse a atender a los peregrinos y Benja y yo tenemos que seguir nuestro camino.

Me acerco a la litera de Uli, ya duerme; cuando lo hace tiene una cara serena que transmite cariño. Me aseguro de que el saco le llega al cuello y la manta le cubre el cuerpo.
Esta cambiando el tiempo, la noche va a ser húmeda.

viernes, 28 de mayo de 2010

Astorga - Rabanal del camino







Me doy la vuelta. Tras una noche como la pasada, dormir del tirón y sin molestias es una bendición, diría que puedo escuchar gregoriano de fondo. Me acomodo en el saco y sigo durmiendo. Qué curiosa es la cabeza, que estando en un antiguo convento me hace soñar con gregoriano, casi es real. Miro la hora en el teléfono, son las 7. Me queda un rato para dormir. La mayoría de albergues tienen horarios de cierre y apertura, hoy hay que dejar el albergue a las 8 de la mañana. Uli sigue durmiendo, qué capacidad tiene esta mujer para dormir donde sea. Me despierto, no estaba soñando, en todo el albergue suenan contundentemente cantos gregorianos. Qué manera más sutil de despertar al peregrino.

Paramos en la plaza mayor, café con leche y napolitana con chocolate. Uli es muy constante en su dieta, qué hubiese conseguido el imperio austrohúngaro de haber seguido esta costumbre rica en napolitanas? Un misterio que la historia no podrá ya responder nunca. Sigue haciendo mucho calor, son las 9 cuando llegamos al palacio arzobispal diseñado por Gaudí y a la catedral, llevo puesto el anorak pero casi por no cargar en la mochila que porque realmente lo necesite.
Admito que he estado tentado muchas mañanas de empezar la entrada del día con una referencia al clima, temperatura, vientos , fuerzas y componentes, humedad relativa y seguir anunciando que para pasar desapercibido me había vestido de Sofía Loren con 30 años y de que me había comido 35 kilos de churros, en un homenaje respetuoso a nuestro querido Eduardo Mendoza. Sin embargo creo que la costumbre de Uli de comer napolitanas y el hecho de que todas las mañanas nos vistamos de peregrino ya es en sí mismo un homenaje al gran escritor barcelonés.

Apenas una hora después estamos llegando al pueblo de Murias de Rechivaldo. A la salida hay un bar,el Llar, con unas mesas al sol donde ya se han parado los primeros peregrinos. Uli me indica que quiere entrar a a comprar agua. Me quedo fuera. Pasa el tiempo y no sale. Entro a ver lo que pasa y no la veo. Lo que sí veo, o más bien diría admiro es una tortilla de patata de unos 10 cm de grosor en la barra. Le pido a la señora que está en la barra una ración , algo más? me pregunta, si por mi fuera un ron con coke pero no creo que me dejen. Lo quieres en serio? Por mi sí, pero ella verás como no me deja. Cuando Uli sale del baño, le digo que me he pedido una ración de tortilla y que me tomaría un ron con coke pero que no me lo he pedido porque no quiero retrasar el camino. Me sonríe y me dice que le encanta el ron y que nos tomemos uno juntos. Llamo a Pilar, que así se llama la dueña del bar, casi a gritos le digo que me han dado permiso para tomarme un ron. Qué bien lo pone, la coca-cola muy fría, mucho hielo, limón, vaso ancho. Son las diez y cuarto de la mañana y nos disponemos a tomarnos un ron con una ración de tortilla de cebolla muy buena. Pilar se tira una caña.

Empezamos a hablar, ella tiene 54 años y ha estado viviendo 30 años en Cataluña, ha trabajado en Venezuela y en Andalucía y trasmite una alegría y ganas de vivir que contagian. De fondo suena música chill-out que si cierras los ojos podrías decir que estas en cualquier chiringo de Formentera. Nos pregunta de dónde somos, cómo nos conocemos, si ya nos hemos enamorado, nos habla de que no tengamos prisa, que el camino es para conocerse y que el amor será el postre, el chocolate le corrijo yo. Y se ríe mientras va cambiando el barril de cerveza.

Pilar va diciéndoselo todo a Uli en inglés, y donde no llega yo intento echarle una mano. La conversación ya empieza a desvariar, se habla de amor, de estar a gusto, de alegría, de cómo afrontar la vida, del camino. Ella es de León y después de tanto paseo por el mundo ha vuelto a su zona, donde no acaba de hacerse un hueco con la clientela del pueblo pero sí triunfa entre los peregrinos. Vive a unos 5 kilómetros, a orilla de un río, y te habla del nido de cigüeñas que ve desde su cuarto, el rumor del paso del agua, los pájaros en la mañana, y sus perros. Se le ve feliz, está relajada. Nos dice que es un poco bruja y que nos ve terminando como pareja antes de llegar a Santiago.

Nos animamos y pedimos el segundo ron, ella sigue con sus cervezas. De pronto el equipo de música se detiene, y la estancia se queda en silencio. Siempre pasa lo mismo con este cd. Os voy a poner otra cosa, de pronto el “recitare per la giuba” del Payaso cantado por Pavarotti inunda el bar, ópera, Pilar, nos has puesto ópera! Me encanta Pavarotti, dice feliz, os gusta? Le hablo del Payaso, de la Caballeria Rusticana, de cómo son dos óperas pequeñitas que se presentaron juntas a un concurso a finales del 19 y que se suelen comercializar juntas por su inusual corta duración. En ese momento Pavarotti en el papel de Turito, se arranca, “Mama quel vino que e generoso” me pongo a cantar, pero tu? Me espeta Pilar, te la sabes? Claro Pilar, al pobre turito lo mata ahora el marido de Lola, y él se despide de su madre. Hablamos de Puccini, de Donizetti, y le digo que a mi me encanta Bergonzi y Domingo. Domingo es un actor que canta, sí, sí, me dice ella pero Pavarotti… Le digo que escuche a otra gente y me saca un papel y me pide que le escriba los nombres, le digo que busque cosas de Corelli, Monaco, Bergonzi y del gran Bjorling. Mientras sigue la música sonando y Pavarotti ataca el E lucevan le estelle de Tosca. Pilar, por favor busca también a Pavarotti en el 69, Covent Garden con la Sutherland, La hija del regimiento, 9 do´s de pecho Pilar, es un hombre que canta como si fuera una mujer, nunca has escuchado nada igual. Escribe, escribe aquí todo, que yo lo busque.

Mira a Uli que nos mira asustada a los dos, para ese momento todos los clientes que entran ya escuchan ópera y Pilar se ha salido de la barra para cantar conmigo. Nos acabamos las copa, ya son las 12y30. Pero tu eres un extraterrestre, no estás bien de la cabeza me dice Pilar, que no, que me gusta y ya. Uli me mira, hay que irse.

Pilar cóbranos por favor, hay que seguir el camino.
De la nada, de parar a comprar agua, hemos sacada una experiencia de más de dos horas con Pilar una mujer fascinante y que nos ha transmitido toda su energía. Nos planta dos besos como dos soles, y nos vamos de allí, dejándola atender a los siguientes peregrinos que han aparecido por la puerta. Entre ellos un italiano sonriente que nos saluda cariñoso cuando oye al entrar en el bar a su compatriota cantando Nessun dorma.

De nuevo, una relación muy cercana y de nuevo una despedida. Me voy muy alegre y a la vez muy triste. Volveré a ver a Pilar? Quién lo sabe?

Cuando salimos decidimos que ya que hemos empezado a cantar podemos seguir haciendo un rato, nos decidimos por alguien que conozcamos los dos, cantamos, U-2, Bon Jovi , grupos que están bien pero que no tienen la fuerza de jornadas anteriores y que es lo que requiere el camino. Volvemos a hablar de nuestros gustos musicales y llegamos a un acuerdo en Neil Diamond así que empezamos con él y Barbra Streisand “You don´t bring me flowers any more”
Cuando terminamos, Uli parece necesitar contarme algo y me dice que está casada y que está teniendo problemas y que en cierto sentido la motivación de su camino es aclarar sus ideas. Le pregunto si lo está consiguiendo y me comenta que en cierto sentido sí.

Continuamos andando y subiendo poco a poco, mañana llegaremos a Foncebadon y la cruz de hierro a unos 1.500 metros de altura y lo vamos notando. Hoy solo haremos 20 kilómetros, después de nuestra parada en el bar de Pilar nos quedan 14 kilómetros de monte bajo, y el mismo calor sofocante que en jornadas anteriores. A dos kilómetros para Rabanal nos paramos en el roble del peregrino, un lugar de descanso bajo las ramas de un árbol enorme, centenario que da sombra a los peregrinos en días de calor. A su lado un plano de la zona donde veo por primera vez nuestro apellido puesto. Siempre nos han dicho que Biforcos es asturiano-leonés. En el plano que tengo delante aparece al norte de León casi llegando al norte. Está escrito con V, pero a mi me hace mucha ilusión.

Un poco más adelante, el camino se separa de la carretera y se adentra en un finca de la que vamos rodeando su valla, de pronto empiezan a aparecer cruces hechas con maderas, flores secadas por el paso del tiempo, trozos de tela, banderas, escritos, hasta un intercambio de correos, enmarcado, entre un peregrino y un hospitalero, el cual le informa de que se va a morir de cáncer y que no deje de hacer el camino más veces y que rece por él. Este espectáculo dura cerca de un kilómetro y medio, la cantidad de cruces que hay colocadas apabulla. Aprovecho para rezar un poco.

Sobre las 5y30 de la tarde llegamos a Rabanal del camino, la jornada hoy ha sido muy relajada y además nos hemos encontrado con el regalo de la conversación con Pilar.
De nuevo Uli saca su great book y dice muy convencida, en Raanal nuestro albergue es del Pilar. Hasta ahora el librito amarillo no nos h fallado, así que nos dirigimos directamente hacia él, pasando por delante de los otros 3 albergues que hay en este pequeño pueblo.

Allí nos recibe Lola, la hospitalera, con una sonrisa que parece que acabases de llegar a casa de tus tíos. Ya llevo casi una semana de Camino, y debería estar acostumbrado a estos recibimientos pero admito que me sigue sorprendiendo la cercanía con que te tratan y me sigue gustando. Lola nos sella la credencial, nos pone la fecha, nos cobra. Después carga con la mochila de Uli y nos enseña el albergue, tiene un patio central con mesas que están todas llenas de peregrinos comiendo y bebiendo, al fondo una barra de bar bajo un techado de paja donde unos ciclistas charlan mientras se toman una cerveza. Nos enseña el cuarto donde vamos a dormir, nada nuevo, unas 25 literas y al fondo del pasillo los baños y las duchas. Me dice donde se puede lavar la ropa y que por 3€ nos pone una lavadora. Mira a Uli y no lo dudamos, le damos toda la ropa sucia que tenemos para que nos la lave. Nos comenta finalmente que a las 7 hay vísperas de Domingo de Pentecostes en la iglesia del pueblo en gregoriano, muy bonito, deberíais ir!

Cuando me voy a duchar, le pregunto a Lola si no tiene una camiseta que se haya dejado alguien para poder darle la que llevo puesta, me dice que sí y le digo pero que me quede bien, a lo que me contesta con una gran sonrisa que para que quiero estar más guapo con la niña tan mona que traigo. Le intento explicar, por enésima vez en el camino, que no es mi pareja, que nos conocimos el miércoles, y que creo que se está divorciando así que no hay nada. Me mira seria, y me comenta que lo entiende, que ella se divorcio y que me mientras esto no se abra, señalándose la barriga, no hay nada que hacer, no hay posibilidad de volver a dejar el amor. De nuevo una sinceridad apabullante en apenas 10 minutos. Creo que es Sempronio quien le dice a Pármeno aquello de “A quien cuentas tus secretos, entregas tu libertad” en el Camino por lo visto la gente no debe ser muy aficionada a los clásicos o les da igual las enseñanzas de la vieja trotaconventos.

De nuevo mal de amores, todo el mundo sufre de mal de amores?o es que son los males más fáciles de compartir o quizás los que más se necesitan compartir.

Nos duchamos y nos vamos a la iglesia, llegamos en punto y está ya llena de peregrinos de todas las nacionalidades, alemanes, italianos, ingleses, franceses, posiblemente lo que menos haya sea españoles. A lo largo del camino la proporción de españoles es ínfima, no sé si porque nuestras vacaciones son en otra fecha, si porque hay menos fe en nuestro país, pero ha habido noches que yo debía de ser de los pocos españoles en albergues de más de 50 personas.

Las vísperas son bonitas, nos dan un librito a cada uno para que podamos seguir la celebración e incluso algunos alemanes se animan a cantar en latín. En el pueblo hay un monasterio con una comunidad de monjes que es la encargada de la iglesia y de gestionar un albergue que es el primero que se llena siempre. Tienen una pequeña tienda donde venden recuerdos y libros, siguiendo las recomendaciones de David pregunto por nuevo testamento, pero como no tienen, me acabo comprando una biblia de Jerusalen para poder leer las cartas de San Pablo.

Casi son las 8 y no hemos comida nada desde la tortilla de Pilar, así que volvemos al albergue para cenar. Cuando entro veo nuestra ropa tendida, no me puedo creérmelo. En el albergue, ellos te ponen la lavadora pero después cada uno se tiende su ropa. Lola me mira desde la barra y se sonríe, gracias le digo con los labios. Viene a donde estamos y le digo que no tenía porqué, me dice que no pasa nada que le hemos caído bien y que como no volvíamos de las vísperas lo ha tendido ella para que se nos seque antes. Hay un pero, no es gratis, qué te debo le pregunto entre risas, un abrazo, me tienes que dar un abrazo. Empiezo a darle un abrazo educado y ella me aprieta con todas sus fuerzas, como queriéndome trasmitir una especie de energía positiva. Me sorprende pero me gusta.

Le digo que queremos cenar, me comenta que hay platos combinados muy buenos, al final le pedimos una ensalada y pasta, y una botella de vino. Ya se ha convertido en una tradición, en cada cena Uli y yo nos bebemos una botella de vino. Los platos son enormes y yo no soy capaz de acabarme mi parte de macarrones, Uli devora la ensalada y todos sus macarrones, de postre un helado. A nuestro lado un grupo de españoles está terminando un orujo, por la pinta y las conversaciones deben llevar así un buen rato. Entre ellos destaca un chaval joven, Benja, de Alcoy por el acento que cuenta que después de 8 años de relación ha terminado con la novia y se ha lanzado a hacer el camino.

Va anocheciendo, los peregrinos se van acostando y pedimos permiso para quedarnos en la mesa escribiendo, yo una entrada del blog y Ui cartas a sus amigos. Lola se despide, ella no vive en el albergue, es una empleada que está aquí durante 6 meses y se alquila una casa en algún pueblo de los alrededores.

Nos quedamos solos, apagamos las luces del patio para no molestar. Uli enciende una pequeña linterna que tiene para poder escribir, a mi me basta con la luz de la pantalla. Así estamos una hora, en silencio, a gusto. No es amor, no hay sexo, pero llevo con esta mujer 4 días 24 horas al día, preocupándonos el uno por el otro, caminando juntos, hablando cuando hay que hablar, cantando cuando hay que cantar, callando cuando hay que callar y la verdad es que empiezo a tenerle mucho cariño. Ciertamente no sé si es mutuo, porque Uli no es muy expresiva. A veces habla mucho, y otras parece como ausente.

Dan las once, e Isabel, otra hospitalera cierra las puertas del albergue. Nos miramos, ya está bien de tanto escribir. Apagamos la luz de Uli y nos vamos al cuarto. Algún ronquido suelta se oye en el cuarto pero hoy me da igual, el cansancio se empieza a acumular y creo que dormiré muy bien.

lunes, 24 de mayo de 2010

Villar de Mazarife - Astorga





Es curioso cómo cada uno, al acercarse a leer el blog, lo que nunca podré agradeceros lo suficiente , esperáis encontrarse cosas distintas y así me lo decís en vuestros correos personales.

Admito que hay días que estoy mas trascendente, si me permitís la expresión, y otros mas mundano y creo que eso se refleja en la manera de afrontar la pantalla en blanco de cada noche.

Hoy os podría contar muchas cosas que han pasado en la jornada, pues ha sido un día muy duro desde el punto de vista de peregrino. La etapa tiene 33km hasta llegar a Astorga y los últimos 12 desde que se sale de Santibañez son un rompepiernas continuo, con un solo pueblo, San justo, sin árboles frondosos y con mucho calor; lo cual se ha visto empeorado, en nuestro caso, por el hecho de que hemos salido muy tarde y hemos llegado a Astorga a las 9 de la noche.

Decía que podría contar muchas cosas, pero solo abordaré unas pocas y lo haré después.

Me gustaría reflexionar sobre un tema que empecé a pergeñar en la entrada "motivaciones" y que me ha vuelto a surgir al hilo de la conversación con Jesús y Chema ayer.

Durante el día, aunque estas dos últimas jornadas las haya hecho acompañado, tengo tiempo para pensar mucho y para admirar el paisaje y he de decir que me está gustando mucho la experiencia. Y me está gustando no tanto por el plano religioso o espiritual, que podría ser lo lógico tratándose de una peregrinación, sino por el hecho, fascinante para mi, de que cada día no se parece en nada al anterior.

Cuando me levanto tengo una sensación de incertidumbre que reconozco que me agrada, el no saber qué va a pasar durante el día y el acostarme habiendo disfrutado de infinidad de pequeñas experiencias es lo que realmente me atrae del Camino y es lo que creo que engancha de él.

Se podrá argumentar en mi contra, que ninguno sabemos lo que nos va a pasar al levantarnos, y no falta razón en esa contestación; sin embargo en nuestro día a día sabemos que hay que ir a trabajar, coger el metro, hablar con un montón de gente que ya conocemos en su mayoría, etc yo a lo que me vengo a referir es que en el Camino al levantarte por la Mañana todo es una duda. No sabes cómo va a aguantar tu cuerpo, hasta donde llegaras, con quien te cruzaras, cuanto hablaras, como será el albergue, el hospitalero, que relaciones establecerás con los demás peregrinos...y toda esa duda es lo que me gusta del camino. A lo mejor porque personalmente en muchos ámbitos de mi vida sea una persona muy racional, los que me quieren me dirían "cuadriculao" y los que me quieren mucho, radical, pero es ese no saber qué va a ocurrir lo que me embriaga del camino.

A lo mejor suena a poco respetuoso pero el camino a día de hoy no me esta cambiando, quizá porque llevo solo 5 días , quizá porque no he venido con la mente abierta, o simplemente porque no me tenía que cambiar; y sin embargo es una experiencia que me está encantando por motivos distintos a los que cabría esperar.

Acaban esos días que surgieron de la incertidumbre y nunca te defraudan. Escribí el primer día tras estar con Félix que la tarde con él merecía una reflexión a parte, se la dedicaré, lo prometido es deuda, pero cinco días después creo que cada día merecería una reflexión, pues en cada charla con la gente ganas algo, aprendes algo.

Y sin embargo lo atractivo del camino es en si mismo lo negativo del camino. Es la fugacidad del camino, entendiéndola en el sentido de brevedad de las experiencias, lo que más me afecta. Es vivir en una pausterización continua el día; en apenas 5 minutos alcanzas un grado de relación tal con la gente que en otros ámbitos de la vida tardarías semanas, meses o a la mejor no alcanzarías nunca y sin embargo son fugaces. Todos sabemos que esa misma noche o como mucho a la mañana siguiente te despedirás seguramente para siempre. Es ese romper la incipiente relación la que me deja un poso de amargura que solo puedo superar por la certeza de la incertidumbre que me espera en la nueva jornada.

En la esencia del camino, en su continua contradicción es donde radica su atractivo. El camino te obliga a despedirte de la gente para poder conocer a gente nueva. Te obliga a desprenderte de lo viejo para abrazar lo nuevo que casi al instante se convierte en viejo.

Y es además la fugacidad de la relación la que la hace interesante. El hecho de darte a conocer y tener que conocer en tan breve espacio de tiempo es lo que nos lleva a mostrar al de enfrente nuestras mejores virtudes y del mismo modo, que lo recibamos con las brazos abiertos para coger de él todo lo bueno que nos está ofreciendo.

Chema y Jesús lo explicaban de un modo mas sencillo y por ello quizá mas certero. Las relaciones en el camino son tan especiales porque son cortas, si durasen más llegaríamos a conocer lo malo de los demás y ya no nos gustarían tanto.

Comenzaba diciendo que el camino no me estaba cambiando, ahora ya no lo tengo tan claro.

La noche fue horrorosa. Los dientes del menudo japonés no pararon de tintinear hasta que se levantó a las 6 de la mañana. Sin embargo lo peor había ocurrido antes, la señora mayor no paró de roncar en toda la noche. Recuerdo haber "visto" las 12, la 1 y las 2 en el reloj. El momento culmen de la noche llega un poco mas tarde cuando el otro español lanza un exabrupto acordándose de la madre de la señora ante las risas de su mujer y las mías propias que ya estamos desesperados.

Las señoras empiezan a levantarse sobre las 5y30 de la mañana con lo que apenas duermo.

Sobre las 8 cuando ya solo quedamos Uli y yo en el cuarto, me levanto para terminar de escribir.

Sobre las 9 empezamos a desayunar en el jardín con la compañía de Jesús y de Yoli que nos siguen contando cosas del camino. Cuando terminamos y hemos hecho las maletas, nos insisten en que veamos todo el albergue. Lo muestran orgulloso después del esfuerzo del ultimo invierno donde han trabajado mucho para que estuviera preparado para este mes de abril. De lo que más orgullosos están es de la infinidad de dibujos y escritos que decoran las paredes.

Tras despedirnos y dar las gracias, salimos del pueblo sobre las 10 de la Mañana .

Hoy es el día mas caluroso desde que he empezado el camino. Seguimos estando en Castilla, y una larga carretera se extiende ante nosotros.
A mitad de día llegamos a Hospital de orbigo donde disfrutamos del puente romano y sus posteriores arreglos que ha vivido momentos muy importantes de la historia de España.

Son casi las 3 de la tarde cuando salimos del pueblo, camino de Santibañez. Hemos dejado la carretera pero el calor sigue en aumento y los árboles no acaban de aparecer.

Cuando salimos del ultimo pueblo son las 4y30 y aun nos quedan 11km para llegar a Astorga.

El camino se nos hace eterno, se empina buscando Astorga que está a 868m de altura y además nos quedamos sin agua a mitad de recorrido.
Para las 8 llegamos a San Justo sin ninguna ilusión por llegar a Astorga y con la intención de quedarnos en el hostal del pueblo.

Entramos en una tienda que esta en la calle principal del pueblo donde nos espera Ruth, una chiquilla grande, contundente, con una cara muy linda y el pelo corto tintado en pelirrojo.

Desde el principio nos llena con su sonrisa y vitalidad. No nos deja quedarnos allí, nos explica que Astorga esta muy cerca y que es un pueblo muy bonito. Nos saca varios planos con todo lo que hacer y ver en Astorga y en la zona del Bierzo. Nos recomienda en Astorga un restaurante y un plato especial, gambas en salsa de puerros. Puerros Ruth? Sí, sin duda. Te va a encantar y te vas a comer todo el pan con la salsa, ya lo verás.

Animados por el ímpetu de Ruth y tras habernos tomado agua y coca-cola en abundancia, decidimos salir hacia Astorga que está apenas a 3 Kilómetros y medio pero que a estas horas, las ocho ya pasadas, nos parecen una distancia infranqueable.

Empezamos a caminar por la carretera, mientras el sol va deslizándose por el cielo, me preocupo porque no llevamos chalecos reflectantes y los coches pasan a nuestro lado.

Esta mañana Jesús nos ha comentado que conoce al hospitalero del albergue de las Siervas de María, Alfredo, y que lo va a llamar para pedirle una habitación de dos para nosotros en compensación por la noche de ayer con la señora británica. Vamos caminando con la ilusión de que Alfredo nos tenga la habitación reservada. Llegamos a Astorga, la última parte antes del albergue que está justo detrás de la plaza mayor es una cuesta de unos 500 metros que a estas alturas del día, nos parecen 5 kilómetros.

Por fin en el albergue, nos parece mentira. Hoy hemos hecho 33 kms, nos hemos quedado sin agua durante 7 kilómetros, hemos salido a las 10 y llegado a las 9. El día de hoy ha sido muy duro. Yo aún estoy fresco que apenas llevo 5 días de camino pero Uli que salió desde Pamplona está a punto de hacer su tercera semana y las fuerzas empiezan a flaquear.

Cuando subimos las escaleras, nos recibe una señora muy agradable, le cuento que Jesús ha llamado a Alfredo para pedirle una habitación para los dos solos. A ella, que es la mujer de Alfredo, según nos dice después, no le suena que haya llamado nadie. Le digo que no pasa nada, que nos dé dos camas donde esté vacío. En ese momento aparece Alfredo y le dice que espere, que ha hablado con Jesús pero que cuando ha llamado ya había dado las habitaciones de dos. Se miran, hablan, y acuerdan que dada la hora que es como no va a venir mucha más gente nos pueden dar una habitación de seis para los dos. Nos suben por unas escaleras hasta prácticamente el ático del edificio, tenemos todo los baños y duchas para nosotros, nos miramos con cara de satisfacción y elegimos cada uno la cama de arriba de las dos literas que están al lado de las ventanas.
Le damos las gracias a Alfredo y llamo a Jesús para agradecérselo también. Jesús me dice que me tendría que haber quedado que había llegado hoy un grupo muy joven y que había muy buen ambiente en el albergue. Un fuerte abrazo Jesús, muchas gracias.

Nos duchamos rápidamente, el albergue cierra a las once y queremos ir a la pizzería que nos ha recomendado Ruth. Pedimos las gambas. Efectivamente, tenía razón. Antes de comernos las gambas ya nos hemos acabado casi toda la salsa, unas pizzas y una botella de vino. Estamos de celebración.

Se hace tarde, son las once. Uli sale corriendo y me dice que después me da su parte. Con el tema de las cuentas tanto ella como Gita son muy estrictas, dividen al céntimo y lo dan todo. Pago y salgo al albergue. Cuando llego me la encuentro sentada en las escaleras. Hace ademán de sacar el dinero, no, le digo, hoy pago yo que el apóstol ha hecho su primera buena acción, gracias a los rezos diarios de Tina, y hoy me toca invitar.

viernes, 21 de mayo de 2010

León - Villar de Mazarife




Gita y Uli, se abrazaron. Apenas se habían conocido hacía días pero entre ellas se había establecido una relación muy estrecha. Yo como cualquier otra persona de la estación, asistía ajeno a dicha escena. Era su momento, yo no estaba invitado.

Y sin embargo de los tres yo era, sin duda, quien más sentía que tuvieran que separarse. De hecho estaba convencido de que finalmente Gita no se iría en autobús y nos pediría que hiciéramos 4 ó 5 Kilómetros más cada día para permitirle llegar a Santiago el treinta y uno de mayo sin necesidad de adelantar en autobús. Pero por lo visto, yo era el único que se había hecho ese planteamiento. Las dos amigas que se despedían no estaban tristes por separarse, estaban contentas por haber podido conocerse. Cuando el autobús partió, se lo comenté a Uli que me repondió en nuestro dialecto particular "das the Caminou, People come and people go", le dijo que era un punto de vista demasiado racional, pragmático, y que desde mi punto de vista español, yo habría intentado hacer cambios en las etapas para quedarme con mi nuevo amigo. No la convencí. Pero quedó instaurada una frase que desde ese momento hemos repetido más de una vez, "Das the caminou, people come and people go". Da igual en la situacion en la que estemos, ese latiguillo acaba apareciendo siempre.

Salimos de la estación, eran las diez y media de la mañana y fuimos a desayunar, ella cafe con leche con napolitana de chocolate y yo cola-cao con tostadas. Me miraba raro, pensando, y que a este chaval no le gusten las napolitanas.

De allí al puente que parte del monasterio de San Marcos, y que permite sortear el río Bernesga. Es la salida del camino de Santiago en León, pronto nos pegamos de nuevo a la carretera nacional, cruzamos polígonos industriales y casi sin darnos cuenta llegamos al primer pueblo Virgen del camino donde paramos a comprar pan para la comida y helados. A partir de aquí, hay que decidir entre dos alternativas, de nuevo, entre la ruta que va paralela a la carretera o una alternativa que une por un camino un´paraje un poco más natural los pueblos de Fresno, Oncina, Chozas de abajo y finalmente Villar de Mazarife.

Por desgracia no hay nada que reseñar en todo el camino, se trata de un paisaje de grandes campos con cultivos y de vez en cuando alguna sombra, los pueblos son pequeños y prácticamnte no nos cruzamos con nadie.

Al salir de Oncinas, se me ocurre comentar lo aburrido que ha de ser vivir en un pueblo así, y mi acompañante me responde tranquilamente que ella vive en un Asutria en un pueblo de no más de 150 personas y que para comprar comida ha de recorrer dos kilómetros y para comprar ropa diez. Menuda metedura de pata, aunque a ella parece no importarle. Para cambiar de tema, me pongo a jugar con la vara como un Jedy ante la sorpresa de Uli que me mira ojiplática. Qué haces? Me pregunta. Y yo le respondo que jugar a la guerra de las galaxias, a las qué? No has visto Stars Wars? Nada como si le hablara en chino. Ante este cúmulo de errores decido estarme callado un buen rato.

Es curioso porque si bien acabo de conocer a esta persona, en el camino los silencios no son violentos, de hecho muchas veces no vamos ni juntos andando. Uno se adelanta unos pasos, el otro se para a hacer una foto. Así podemos estar media hora sin hablarnos, simplemente nos acompañamos en nuestra Camino hacia el apóstol Santiago pero no es necesario que hablemos todo el rato.

El camino no mejora y hacia las dos hacemos una parada en unos pocos árboles que nos dan sombra para comer unos bocadillos y dormir la siesta un rato. El suelo está lleno de matojos, así que usamos la capa para la lluvia como manta para tumbarnos.

A la media hor nos levantamos y seguimos nuestro camino que solo se ve interrumpido por una cigüeña que sin prestarnos atención, pasa andando delante nuestra suponemos que buscando comida. Por hablar de algo, le comento que en España se dice que los niños los traen las cigüeñas. Ella me dice que en Austria también se dice eso, y más aun, que las mujeres no pueden mirarlas pues de hacerlo se quedan embarazadas. Le respondo que eso no me suena haberlo escuchado nunca en mi país.

La tarde se vuelve cada vez más calurosa y sobre las cuatro y media llegamos a Villar de Mazarife, tras unos veintidós kilómetros recorridos.

Uli, ya la iréis conociendo, no es muy habladora por eso cuando me dice muy convencida que quiere ir al Albergue de Jesús, que está entrando en el pueblo a la izquierda, me quedo muy sorprendido. Y por qué tienes tan claro que quieres ese? La verdad es que en el fondo me alegro que se decida por algo, cuando eres tu siempre el que va tomando decisiones y más con personas que acabas de conocer, llega un momento que, no solo te puedes cansar, sino que piensas que a las otras personas les puede molestar. Porque mi guía dice que es un albergue muy agradable, sin horarios y donde el matrimonio hospitalero que lo lleva es encantador. Eso es lo que le entendí traducido en su inglés.

Uli, va un con una guía amarilla, pequeñita, escrita en alemán, que sigue a rajatabla como si fueran las tablas de la ley. De vez en cuando me la enseña como queriendo confirmar que lo que me ha dicho está bien porque lo dice su guía. Yo la miro sorprendido porque no entiendo una sola palabra de lo que dice el librito de marras, eso sí, tiene unos planos con la topografía y los kilómetros entre pueblos que nos están viniendo muy bien.

Llegamos al albergue y lo primero que nos encontramos es un barco vikingo a la entrada, una piscina que sobresale toda su altura del suelo, pintada de azul las paredes, una pradera de césped muy grande, y muchas mesas con sillas y sombrillas. Parece de todo menos un albergue de peregrinos. En una esquina una niña haciendo yoga, un grupo de polacos tomando el sol, en la zona donde están los lavaderos dos jóvenes aún con el traje de ciclista puesto están limpiando ropa sucia de los días anteriores.

Al fondo el albergue, y pegado a él una edificación más nueva que el resto con una enorme cruz de Santiago pintada junto a la puerta. Entramos en el albergue y nos recibe un señor de unos 50 años, perilla, la piel curtida por el sol, y una voz muy cálida, hablando bajo y muy despacio. Le digo que somos dos y que queremos camas por favor, me dice que juntos va a estar complicado que le deje mirar. Se da la vuelta y empieza a dar vueltas por la casa. Si alguno ha estado en el Rocío sabrá qué digo, estaba en una casa de la aldea. Pasado un salón principal, estaba la cocina, después un patio interior y otro exterior donde había mesas para las comidas de los peregrinos, al fondo en el patio se habían construido 5 ó 6 habitaciones cada una con cabida diferente, al lado los servicios y las duchas, un cuarto para internet y una cocina para que el que no quisiera comer el menú del albergue pudiera hacerse su propia comida. Encima del patio había una balconada que distribuía dos pasillos, uno que daba a la zona donde se encontraba la piscina y otro a la calle trasera, en cada pasillo, 3 ó 4 habitaciones.

El hospitalero iba mirando las mochilas y sacos de dormir en cada habitación para ver si era posible ponernos juntos. En la balconada, tirados en el suelo, 10 colchones, que según me explica, son los más solicitados en verano. Seguimos buscando infructuosamente pues no hay dos literas vacías en el mismo cuarto. Como el librito de Uli ha dicho que el albergue es tan bueno, le digo que no se preocupe, que nos de dos camas aunque estén separadas. Se lleva la mano a la cabeza y me dice, espera. Y baja corriendo las escaleras, saliendo del albergue y metiéndose en el cuarto con la cruz de Santiago en la puerta. Aquí, exclama. Esta es vuestra litera.

Dejamos las cosas encima de la litera y nos vamos con él, para que nos selle la credencial, nos ponga la fecha, cobre y explique el funcionamiento del albergue. Eso es básicamente lo mismo que hacemos todos los días cuando entramos en el albergue.

Después de esta introducción me voy a limpiar la ropa al pilón donde antes estaban los ciclistas y que ahora se ha quedado vacío. Desde que llegue no he limpiado y me he quedado sin ropa limpia. Limpio y tiendo la ropa en unas cuerdas donde el resto de los peregrinos ya ha colgado su colada. El día es muy caluroso y hace viento así que espero que se seque en breve.

Cojo el bañador y la misma camiseta que he traído en el camino y me voy a la ducha, hoy además me afeito por primera vez. No tengo espuma, pero con el agua caliente y el jabón es suficiente. Una vez duchado y afeitado soy otra persona. Salgo al césped donde Uli está escribiendo cartas y me siento en su mesa a darme un masaje en los pies con alcohol de romero. Mano de santo. Al día siguiente mis pies estarán como nuevos.

Ella se queda en la mesa, pero yo necesito un enchufe para conectar el ordenador y ponerme a escribir el post del día anterior Reliego -León.

Entro en el salón que hay antes de la cocina, hay dos mesas enormes que en los días de mal tiempo son usadas por los peregrinos para comer. Hoy solo hay un matrimonio francés mayor que está cenando allí a las 7 de la tarde porque fuera todas las mesas están ya ocupadas.

Me voy al Bar antes de empezar a escribir y me pido un ron con coca-cola. Hace mucho tiempo que no me tomo uno y hoy me apetece mucho. En el bar hay mucha gente, unos tomando tapas y otros solo bebiendo. La verdad es que la sensación que uno tiene es de estar en casa del Rocío, no en un albergue, el ambiente es distendido, y los peregrinos están relajados y charlando entre ellos después de un día de mucho calor.

Cojo mi copa y empiezo a escribir. Cuando llevo unos cuarenta y cinco minutos, se siento a mi lado Jesús, el hospitalero que tan amablemente me ha recibido. Empezamos con las preguntas de rigor, dónde has empezado, qué tal vas, si eres de Madrid cómo tienes ese acento, la chiquita alemana es tu novia? No la acabo de conocer ayer en León. Nos vamos conociendo y preguntando cosas más alejadas de una simple conversación. Jesús es una persona muy agradable, que como he dicho, habla pausadamente, lo que le confiere un aspecto entre maestro de escuela y sacerdote. Jesús, cómo te dio por montar el albergue? He hecho la pregunta mágica. Me cuenta y no para todo lo que ha pasado desde el año 93 en que empezó a acoger peregrinos en el salón parroquial puesto que él era el alcalde de la pedanía. Por aquel entonces el camino estaba muerto, apenas sí había peregrinos en el camino francés habitual y mucho menos pasando por Villar de matarife que está en una vía alternativa. Por ello pasaban peregrinos uno cada quince días y el pueblo ni tenía albergue ni lugar donde acoger a los pocos que llegaban. Al principio los acogieron en el salón parroquial pero al cabo de dos o tres años cuando el número se fue incrementando poco, el párroco, quizás con buen criterio, dijo que el salón no podía usarse para esos menesteres por lo que Jesús le dio un día a albergue en una casa vieja y sin limpiar propiedad de su abuela a un peregrino. A partir de ahí, junto con otros alcaldes de otros pueblos de la zona solicitaron a la junta de castilla y león que señalizase esta vía como una alternativa del camino de Santiago en su ruta a Astorga, cuestión que consiguieron a finales de los 90. Para entonces Jesús ya había ido haciendo obras de mejoras en la casa sin llegar a ser lo que es hoy en día tras las reformas de este pasado invierno.

A mitad de conversación se ha unido Yoli, su mujer, que lo complementa en los datos que se le van olvidando o lo corrige cuando se equivoca. Hacen buena pareja, curiosa, pero buena Pareja. Cuando llevamos hablando cerca de una hora, Yoli se levanta para seguir con las cenas y atendiendo a la gente y yo le comento a Jesús que también quiero cenar, me dice que me meta en la cocina y hable con Yoli para ver qué nos da.

No sé si al resto de peregrinos le ocurre, pero admito que la relación que he tenido hasta el momento con los hospitaleros es inmejorable. En seguida te tratan como si te conocieran de toda la vida, y te dan todo su cariño, te hacen sentir como en tu casa, lo cual después de un día de esfuerzo bajo el sol leonés se agradece.

Entro en la cocina de Yoli, como si fuera la de mi casa y Nieves nuestra muchacha de toda la vida estuviera cocinando; Yoliiiii, qué me vas a dar de cenar? Lo que tu quieras, mira tengo unos espaguetis bolognesa muy buenos y unos lomos adobados con pimiento que están riquísimos, pero dame cinco minutos que estoy terminando otra cosa. Le igo que de acuerdo y salgo al salón, donde me espera Jesús para preguntarme dónde queremos cenar; aunque son casi las nueve y los primeros peregrinos empiezan a irse a la cama, Uli, como buena extranjera quiere aprovechar los últimos rayos de sol y dice que fuera, en la mesa que está pegada al barco vikingo.

Ya ha empezado a refrescar, así que me voy a mi cuarto, donde un grupo de señoras mayores ya se han metido en la cama, para coger el pantalón largo y el jersey. Me pongo también calcetines y sandalias, y me siento en la mesa, donde Uli ya está ojeando su guía, "The great book" empezaremos a llamarlo en breve, pues cada vez que recomiendo algo, acierta.

LLega Jesús con los servicios, el pan, y el agua, nos pregunta si queremos vino para que la cena sea más romántica aún, y a partir de ahí empieza con la burla continua. La conversación se alarga, porque, igual que Uli traducía al alemán lo que yo le decía a Guti, yo tomo ahora el papel de traductor. Jesús está empeñado en que del Camino surgen muchos romances y Uli a cada cosa que dice lo mira como si él hablase en Arameo y yo le estuviese hablando en mandarin. Debe pensar que el hospitalero y su compañero de camino no están bien de la cabeza.

Vuelve Jesús con la pasta. Entre que Yoli tenía razón y le han quedado muy buenos, y que es el primer plato caliente que como desde que empecé en Sahagún, me paracen los mejores espaguettis que he comido en mi vida. De pronto la luz del jardin se apaga, y aparece por la puerta Jesús con una vela. Cuando llega a la altura de la mesa, nosotros ya estamos partidos de risa; enciende la vela y la deja sobre la mesa, marchándose sin decir nada.

Al rato viene su hija, para cambiarnos los platos y traernos el lomo. En el albergue trabajan tambien el hijo y la hija de Jesús y Yoli. La hija acaba de terminar de cursar estudios de cocinera, y su padre lo explica con orgullo, y me cuentan cómo están pensando montar un negocio de restaurante para que la hija lo lleve. Se queja un poco de los hijos, pero le paro y le digo que está encantado con los suyos. Se para y me pregunta si tengo hijos, le digo que no, y me dice que el amor de un padre por un hijo es algo que hay que sentirlo para entenderlo y que aunque un padre no lo diga lo siente.

Nosotros mientras seguimos comiendo, charlando, bebiendo vino y disfrutando del final del día. Terminamos con unas natillas y un yogurt,en principio son para compartir, pero en cuanto las prueba Uli y le echa un poco de canela se acaba el compartir y me tengo que conformar con el yogurt.
Son casi las diez y cuarto cuando terminamos de cenar, la casa está a oscuras, mientras que hemos ido cenando se han i9do cerrando todas las ventanas. Nos levantamos y cogemos los platos para lleárselos a la cocina a Yoli.

Al llegar están viendo la tele, junto con un Chema, un zaragozano que pasó por aquí en su peregrinar a Santiago el 20 de enero y se quedó. En este tiempo ha pasado a formar parte de la familia, y ha colaborado como uno más en las obras de construcción del albergue que han hecho en los últimos 3 meses.

Me dice Jesús que nos sentemos con ellos a charlar, menos mal que Uli quiere ordenar primero la mochila porque así me ahorro un rato de traducir. Yoli se despide y se va a la cama y nosotros nos sentamos en la mesa donde hemos estado de conversación por la tarde.
Jesús me cuenta que él no tiene hora de cierre de albergue ni para echarlos por la mañana, cosa que la mayoría sí. Normalmente entre las diez de la noche y las once todos los albergues están cerrados y sobre las ocho están echando a los peregrinos para poder limpiar para los próximos que empiezan a llegar a las doce.

Me explica que cada uno hace el camino que quiere y por las motivaciones que quiera, religiosas, para conocer gente, por conocer España, para ver paisajes y que todos son respetables; y que desde luego él no le va a decir a los peregrinos qué es lo que tienen que hacer. Mientras habla, se incorpora Chema que ha echado una mano en la cocina y que asiente con la cabeza; mírame a mi, que llevo aquí desde Enero haciendo el camino.

Estoy de acuerdo con ellos; cuando titulé este blog allá por el mes de Abril como una experiencia personal, no sabía si estaba perdiendo la esencia del camino por no abordarlo como algo comunitario. Sin embargo, a medida que me voy metiendo en el camino, poco a poco, no puedo estar más contento de haberlo llamado así, aunque fuera en cierto sin ser del todo consciente que las implicaciones del título tenían.

Uli llega de fuera y se incorpora a la conversación, sentándose en la mesa, saca su librito amarillo y empieza a leer la etapa de mañana. Al principio Jesús y Chema la ignoran y me cuentan cosas del camino, historias de otros peregrinos que yo escucho atentamente. Cuando Chema habla, Jesús, que lleva despierto desde las de la mañana pues es el que se levanta a poner los desayunos, se va quedando dormido apoyado en su brazo. Vamos Jesús todos a dormir que ya no puedes más. No, no que me gusta estar aqui charlando.

Chema, de pronto, se vuelve hacía mi y me pregunta que si Uli es mi novia, que si le puede decir algo, a lo que yo le digo que claro, cómo no. Los devaneos amorosos del pobre Chema duran apenas quince segundos, el tiempo que tarda en darse cuenta de que él no habla inglés y ella no habla español. Concluye pidiendome que le traduzca a Uli que la próxima vez que haga el camino aprenda español para que él pueda hablar con ella.

Jesús se está durmiendo sobre la mesa, venga Jesús ahora sí. Son casi las doce, todo el mundo a dormir.

Sobre la mesa donde te sellan la credencial hay un cuaderno para dejar notas, con un escrito que se repite muchas veces a lo largo del camino:

La puerta se abre a todos,
enfermos y sanos,
no solo a católicos
sino aún a paganos,
a judios,herejes, ociosos
y vanos
y, mas brevemente,a
Buenos y profanos


Es curioso cómo van pasando los días y cada uno tiene una historia distinta a la anterior, casi diría que mejor, pero no estoy del todo seguro; cada día del camino te pasa algo inesperado que te hace sentir satisfecho. Especial mención a los hospitaleros, todos tan distintos, pero a la vez tan entrañables.

Nos despedimos de Chema y Jesús , y nos vamos a nuestro cuarto. Qué bien! dormimos solo con cuatro señoras mayores, un matrimonio español al que hemos saludado antes y un japonés menudo. Mi racha de buena suerte con las noches continúa.

Cuando abrimos la puerta, los ronquidos de una de los señoras atronan el cuarto. Me parece que esta va a ser una noche real de camino para mi.

Reliego - León




Cada vez que me siento a escribir estas líneas con la esperanza de que me leáis alguno, me planteo cómo las redactaré. De inmediato me viene la imagen de mi madre a la cabeza. Ella está muy presente en este Camino, de hecho ella está muy presente en prácticamente todo lo que hago en mi vida. Así, lo último que metí en la mochila, y que aún no había contado, fue la foto que tengo de ella en la mesilla de noche de mi cuarto, y que suelo llevar cada vez que viajo. En esta ocasión, me lo he pensado mucho, intentando convencerme que era acto de madurez no llevarla, cortar en cierto sentido el lazo, y al final he decido que qué mayor acto de madurez, de cariño que llevar siempre la foto de mi madre conmigo.

Decía que siempre me planteo cómo redactaré el post diario y que me acuerdo de ella. De esas tardes en Oviedo que nos ayudaba a hacer los deberes y nos hablaba y no paraba de Azorín, Delibes, Quevedo, Torrente Ballester, Kundera, de cómo nos pedía que leyésemos. Me acuerdo haber leído El Jarama de Sanchez Ferlosio con ella, de cómo nos compraba desde pequeños toda la colección de Barco de vapor, y sobre todo de que en cada reyes, en cada cumple, había un libro, era un regalo obligado. Por ella leí "La vida sale al encuentro", y por ella leímos mis hermanos y yo, en la edición que ella había comprado veintitantos años antes, "Los gozos y las sombras" de Don Gonzalo Torrente Ballester, posiblemente el libro que más me ha gustado en mi vida, y que siempre que tengo ocasión regalo o al menos recomiendo encarecidamente leer. Y con todo eso en mi cabeza, cada vez que me siento a escribir , decido si escribiré en presente, en pasado, en pretérito perfecto, si yo seré un espectador de la escena o el protagonista a través de cuyos ojos se vive la historia; si simplemente contaré los hechos tal y como ocurren u os haré partícipes de mis pensamientos.
Así a día de hoy, no sé si este blog, ha de leerse de un modo separado cada post o si quiero que el conjunto configure un todo.

Hasta hoy no me había parado a reconocer que el hecho de que me acompañéis en este Camino, es en cierto sentido, una manera de abrir mi corazón y mi mente a toda la gente que me quiere. A veces por escrito es más fácil expresar ideas que de otro modo no se puede, bien sea por timidez, bien porque no se quiera o simplemente como pudiera ser mi caso, porque no se sepa. El hecho de que me acompañéis en este Camino a través de este blog es una manera de dejar que entréis en mi cabeza, en mi intimidad.


Gita y Uli, se abrazaron. Apenas se habían conocido hacía días pero entre ellas se había establecido una relación muy estrecha. Yo como un cualquier otra persona de la estación, asistía ajena a dicha escena. Era su momento, yo no estaba invitado.

La etapa de hoy de Reliegos a León ha sido muy larga, aburrida y calurosa. Como ya comenté, dormí solo en la habitación de abajo del albergue. Lo bueno es que no he tenido que soportar por segunda noche consecutiva ronquidos de nadie, lo malo es que el techo del albergue era de madera y a partir de las cinco y media, seis, hora en que los primeros peregrinos se han levantado he escuchado tan bien las pisadas que algunas veces he llegado a pensar que estaban en mi misma habitación. Así que a las siete menos diez después de leer la prensa he decidido levantarme, limpiarme los dientes y peinarme y salir a continuar andando.

Como ayer me trajeron en coche, he “adelantado” trece kilómetros no de un modo muy ortodoxo así que he decidido que hoy recuperaré esos kilómetros. Estimo que más o menos son unas tres horas y media las que me he ahorrado, así que me pongo en camino hacía El Burgo Ranero a las siete cuarto, cuando llevo andado una hora vuelvo de nuevo hacía Reliegos. La carretera no es muy diferente de la que había visto al final de la etapa anterior si bien la salida del sol hace que en esta ocasión el espectáculo sea diferente y muy gratificante. Empiezo mi camino rezando el Ave María al igual que ayer. Tina me ha pedido que rece por su intención todos los días un Ave María, así que comienzo la jornada rezando por todos nosotros y primero por Tina.

Sobre las nueve y cuarto llego a Reliegos de nuevo, solo me queda hora y media por recuperar, me paso por el albergue para ver si encuentro a Laude y me puedo despedir de él, no está, así que le dejo una nota en el libro de registros del peregrino. Me voy al bar donde la noche antes me he tomado una copa, y ahora, solo con la dueña, me tomo un cola Cao. León está a 24 kilómetros y hoy quiero dormir allí.

La etapa de hoy es muy aburrida, todo el tiempo prácticamente andando por un camino de tierra a escasos 3 metros de la carretera nacional que va a León. Como único pueblo reseñable, Mansilla de Mulas con sus murallas medievales donde me paro a comprar pan para hacerme el primer bocata del día tras 6 kilómetros andando. Mientras como, charlo un poco con dos peregrinos de Albacete que están haciendo el camino en bici y que quieren llegar a Santiago este domingo. Termino el bocadillo, bebo un poco de la fuente de la plaza, y me pongo en camino.

Por delante, dieciocho kilómetros, sin una sombra, sin un pueblo con arquitectura que visitar. Nada.

A la salida del pueblo me cruzo con dos niñas que se han parado en el puente a revisar un plano para saber donde coger. Las saludo y sigo adelante. El sol empieza a golpearme y decido quitarme la chaqueta por primera vez, me paro, ato el anorak a la mochila y me pongo crema en los brazos, en la cara y en el cuello. Decido que ha llegado el momento musical del día y me pongo el ipod. Hoy me acompaña Alejandro Fernandez y su concierto de Madrid de 2005. Las dos chiquillas pasan a mi lado en esta parada. Hola, buen camino.

Me pongo en marcha, solo, toda la carretera es para mi, y a voz en grito como ayer con Rocío Jurado, canto. “ Te lo dije cantando , te lo dije de frente, volverías conmigo, volverías porque no quieres perderme, te lo dije cantando, te lo dije de frente, sin besos, no puedes empezar una mañana y sacarme de tu vida y de tu mente” El palo vuela en cada estribillo y ya ni me preocupo por los coches que pasan al lado mío. Todo León es mi cuarto de baño donde cantar sin vergüenza.

Veo a las niñas al pasar una curva delante de mí y bajo el tono para que no me oigan. Hola. Sigo adelante mientras ellas se paran a beber. Llego a un pueblo a diez kilómetros de León, una calle, y a ambos lados casas, casi al salir una sombra con una fuente. No tengo hambre, pero me paro a beber y descansar diez minutos. Las niñas vuelven a adelantarme.

Echo a andar y saliendo del pueblo me encuentro con un señor mayor que me para, me pregunta de donde vengo, me explica lo que me queda para llegar a León y me da ánimos pues con el calor que hace lo voy a pasar mal.
Qué razón tiene, delante de mi un camino terroso, sin un solo árbol, rodeado de campos de cereales que interrumpen de vez en cuando las obras de la ampliación de la carretera nacional. Cuando llevo andado un buen rato, me cruzo de nuevo con las niñas que se han parado a descansar y a comer algo, supongo, dado la hora que es. Yo continúo mi camino durante otra media hora, hasta que a las dos veo un lugar de descanso del ayuntamiento de Arcahueja, con fuente y bancos en lo alto de una cuesta del camino que me ha costado subir más de lo normal. Decido que me paro a descansar allí, primero me refresco, después bocadillo de chorizo, y como postre bocadillo de chocolate. Son las tres y León está a unos siete kilómetros. Cuando estoy terminando vuelven a pasar las niñas y se paran a saludar.

Por como visten y pronuncian inglés diría que son francesas al principio. Debo estar cansado, pues no me entero de nada, una de ellas es austriaca y otra lituana. Termino de comer y seguimos los tres juntos. Ninguno nos planteamos que no sea así.

Los últimos siete kilómetros aunque voy hablando con ellas, mi primera compañía en el camino, me parecen veintisiete. Llevo caminando desde las siete y aunque he parado varias veces a descansar el cuerpo empieza a notar el esfuerzo, sobre todo en el cuello. Lo que peor llevo son las tirantas de la mochila. Me aprietan y están empezando a dejarme una marca roja preocupante. Y llevo solo dos días.

Uli, la chiquilla austriaca, habla un poco de inglés; Gita, casada y con dos hijos lo chapurrea. Entre ellas dos hablan en alemán, idioma que Gita habla muy bien puesto que su marido también es austriaco.
Las conversaciones se eternizan. Cuando habla Gita, lo hace en alemán, Uli lo traduce al inglés, yo le respondo y Uli vuelve a traducir en este caso al alemán. Así seguiremos toda la tarde noche, hasta el punto en que Gita me hable directamente en alemán y yo por la cara que me ponga acabe entendiendo lo que me quiere decir.

La entrada en León es la representación de lo que ha sido toda la jornada. Dejamos el camino, y nos introducimos en un polígono industrial por el que este peculiar trío llegará a León sobre las cuatro y media.

Una vez en León llamo al albergue de las benedictinas para preguntar si hay sitio me contestan que no, que me pregunte en el municipal, pero éste queda a la entrada de la ciudad y no nos apetece desandar lo andado, o al menos eso quiero entenderles a mis dos acompañantes.

Paseamos por el centro de la ciudad, sin prisas, vemos la plaza mayor, la calle ancha, la catedral, entramos y le dedicamos una visita pausada. A la salida me encuentro con un matrimonio canadiense que al verme vestido con la gorra y la camiseta de Canadá que compré cuando fui a ver a Sergio a Toronto, se acercan y me preguntan que si soy de allí. Les explico la historia, y aprovechan para preguntarme por el camino, los peregrinos, cuántos kilómetros se hacen al día etc.

Andando llegamos a la oficina de información, está en una boca calle muy pequeña y tiene una puerta enorme que, con la mochila al hombro y cansado, me cuesta mucho abrir. Al entrar hay una chiquilla muy menuda atendiendo en el mostrador a unos irlandeses. Lo primero que pienso es como hará esa mujer para abrir la puerta. Cuando llega nuestro turno, nos explica sobre el plano los hoteles y hostales que ella cree que están mejor y que son asequibles de precio.

Entramos en el primero, Casa de espiritualidad, muy bonito un antiguo convento, pero los precios sin ser altos, no convencen a nuestra compañera lituana, por lo que continuamos por la calle de la Torre donde se encuentra una pensión que según nos ha dicho está limpia y bien.

Subimos y nos encontramos con una señora de unos cuarenta y muchos muy parlanchina que nos enseña la casa, las habitaciones, y nos va diciendo las opciones. Me pregunta que con cual duermo yo, y le digo que las acabo de conocer, que una está casada y que la otra no muestra ningún interés. Cómo están las mujeres, me suelta, desaprovechar una oportunidad así. Empiezo a preocuparme, solo me dicen cosas agradables las señoras de más de cuarenta y cinco. Será la barba que ya me sale canosa.

Al final nos decidimos por una habitación de dos camas con un cuarto de baño enorme que nos hace muy feliz a los tres. Nos duchamos, cambiamos y salimos de nuevo a la calle a ver León y tomar unas tapas.

La lituana que apenas sabe unas palabras de inglés, repite sin cesar, quiero vino, queso, olivas y napolitanas de chocolate. Esto último me extraña mucho; me cuentan que las han descubierto en el camino y que les encantan, deben tomarse mínimo dos al día. A ellas les extraña más aun que siendo la napolitana de chocolate un manjar exquisito para todas las culturas no se encuentre entre mis gustos culinarios. Todo ello dicho en un perfecto alemán que yo entiendo fácilmente, después de la segunda copa de vino.

Además del queso, les pido una ensalada de ventresca y un revuelto de setas con morcilla y pimientos rojos. El revuelto lo miran raro pero en cuanto lo prueban, lo devoran y pasa a engrosar la lista de palabras que se aprende Gita, situándolo prácticamente a la altura de la napolitana de chocolate en el ranking de manjares españoles.

Me cuentan dónde se conocieron, que llevan 5 días juntas haciendo el camino y que mañana se han de separar porque Gita tiene se avión el 1 de junio y no le da tiempo a llegar, por lo que cogerá mañana un autobús a Astorga.

Terminado el vino, y una vez pedida la cuenta, todos explicamos como se dice “un sinpa” en sus respectivas idiomas, confirmando que el gusto por no pagar no es una invención española sino que está muy arraigado en todos los pueblos europeos. Casi son las once, así que nos vamos dando un paseo de vuelta a la pensión, obligándonos en nuestro recorrido a pasar por delante de la catedral que iluminada resplandece más si cabe su belleza.

Llegamos a casa, las niñas se meten en la cama, y yo me voy a la salita de la casa a escribir el post de la jornada entre Sahagún y Reliegos. Se me cierran los ojos, pero quiero escribir todos los días el post del día anterior, así que hasta que no lo termino no me voy a la cama, es casi la una y las niñas están dormidas. Al abrir la puerta no se oyen ronquidos y me alegro muchísimo, tercera noche que voy a poder dormir sin problema.