domingo, 30 de mayo de 2010

Rabanal del camino - Molinaseca






Me miró. Bajo la vista hasta la copa que acababa de terminar. Todas las noches nuestro ritual incluía una botella de vino a medias. Levantó sus grandes ojos hacia mi y ya no pudo más. Después de un día largo, con una subida complicada hasta Foncebadón y la cruz de hierro, Uli se echó a llorar. No me lo esperaba, una mujer tan fría en ocasiones, tan segura de si misma en apariencia, estaba enfrente de mi con lágrimas como una niña pequeña a quien le han quitado un juguete.

Sentados en la terraza de un bar, enfrente del puente romano de entrada a Molinaseca, donde la piscina de agua natural, cenábamos juntos como fin de jornada. Después de ducharnos, hacer la colada, ordenar nuestra mochila y charlar con los demás peregrinos, la cena siempre era para los dos, solos. Era nuestro cierre de día.

Llevábamos una hora cenando, yo solía ser el que hablaba, contaba anécdotas, pero esta noche no había sido así. Desde el principio Uli se sintió más cómoda que otras veces y tras casi 5 días juntos se sinceró. Había dejado a su marido hacía poco más de un año, en ese tiempo había conocido a alguien y se había enamorado. Mantenía el contacto con su marido y éste quería que volviesen a vivir juntos. Ella se había dado un tiempo para tomar una decisión. Plazo que empezó hacía poco más de un mes y que incluía el camino.

Pensarás que soy una mala persona, me dijo, como si realmente le importara mi opinión, o como si ella lo pensase de si misma y necesitase compartir ese peso con alguien. Sea como fuere, me gustó que por fin aquella austriaca enamorada de las napolitanas compartiese conmigo sus pensamientos. Mala por qué? Por estar con dos personas a la vez, por dudar, por no saber que hacer. Uli, si eres sincera, no pasa nada, haz lo que te haga feliz. Sin importarte lo que digan los demás, es tu vida y eres tu la que tiene que vivirla. Pero sabes ya lo que vas a hacer? Sí, creo que lo sé desde antes de empezar el camino.

Me sonrió. Se secó las lágrimas. Me puso la copa delante de la botella para que le sirviera, siempre lo hacía yo, y se quedó callada mirando el río. Miré al camarero y le pedí la cuenta.


Una vez más somos los últimos en salir del albergue. Desde casi las 6 de la mañana hay peregrinos que ya están en camino. Como ya he dicho alguna vez, cada uno hace su camino, Uli y yo hemos decidido que el nuestro empieza no antes de las 8y30 y que termina cuando queramos, si hay que andar a las 4 de la tarde, se anda, aunque ello implique que muchas veces después de la hora de la comida a los únicos que vemos sea a los que hacen el camino en bici, y que cuando llegamos al albergue seamos los últimos en registrarnos.
Esta mañana compartimos el honor con un grupo de 4 valencianos que van en bici y que al salir nosotros están terminando de engrasar y limpiar sus herramientas.
Media hora antes ha llegado Lola para empezar a limpiar el albergue, ordenar el cuarto de las literas, recoger los desayunos y fregar los baños, pues a las doce empiezan a llegar los primeros peregrinos.

Charlo con ella mientras hace sus tareas, que tenga suerte con Uli, que nunca se sabe dónde surge el amor, que vuelva el año que viene, me da su correo para que le escriba y le mande el link del blog, me promete que lo leerá. Después, uno de sus famosos abrazos, que ya he visto como se lo ha dado antes a otros peregrinos que han salido antes que nosotros. Qué vitalidad tiene esta mujer por las mañanas. Me ato las botas, Uli entra en la habitación y también se despide de Lola. Salimos.

Voy sin palo, se me rompió ayer jugando a golpear piñas, se quebró por la mitad, de cuajo, sin posibilidad de arreglo, así que decidí despedirme de mi fiel compañero en una ceremonia sencilla pero emotiva, ante la mirada atónita de Uli que debía pensar que no estaba bien de la cabeza, si no lo pensaba ya desde el primer día. Otro palo me elegiría en el camino.

Hoy nos queda una buena caminata hasta Facebadon y la cruz de hierro, están a unos 1.500 m de altura. El paisaje empieza a cambiar a medida que nos acercamos a Galicia, al monte de Cebreiro. Aún no es el paisaje verde de grandes bosques, pero una especie de dehesa, de monte bajo, surge a nuestro paso indicándonos que nos alejamos cada vez más de la meseta, de Castilla.

Le voy traduciendo a Uli, las cosas que han dicho los ciclistas al despedirnos, las de Lola, algo de lo ocurrido ayer; cómo siempre que estamos solos. Es fácil; cuando ya no hay nadie, me mira y me dice “translate” y durante un buen rato yo le cuento lo que no me ha dado tiempo mientras tienen lugar las conversaciones.

En esas estamos esta mañana, cuando aparece un coche dándole al claxon y blandiendo unas sandalias por la ventanilla. Es Lola, llega a nuestra altura y se las muestra a Uli, son casi iguales a las suyas, y Lola, que se fija en todo, al verlas en el albergue ha pensado que se las había olvidado. Uli le dice que no con la cabeza, que no son suyas. Le doy las gracias a Lola, y le pregunto si va a andar un poco más para buscar al peregrino que se las ha dejado, y me dice que no que ella tiene que trabajar, que ha hecho el esfuerzo porque pensaba que eran nuestras. Le vuelvo a dar las gracias. Le digo a Uli que Lola me quiere más que ella, asiente y me dice que me vuelva al albergue con Lola. Cuando Lola vuelve a pasar a nuestro lado, después de su maniobra para regresar, se lo comento, y me dice que es verdad que ella me quiere más que Uli, pero que Uli me necesita más.

Seguimos andando, subimos a Facebadon donde charlo con unos italianos que me preguntan por la camiseta que llevo, les hablo de la Toscana, de Roma, de Venecia, de Milán, y de Siena, ay Siena… Foncebadon es un pueblo creado en el 946 por el ermitaño Gaucelbo para dar cobijo a los peregrinos. Tuvo diferentes épocas de esplendor a lo largo de tantos años, y en el año 1900 contaba con 250 vecinos. Hoy en día apenas quedan unos pocos.

Una pequeña subida de dos kilómetros y llegamos a la cruz de hierro, la tradición marca que hay que traer una piedra de casa que ha de ser más grande cuánto mayores sean tus pecados, y depositarla al pie de la cruz. Ni yo ni Uli hemos traído, en mi caso porque no conocía la tradición, además, de cualquier manera de haberla traído en la mochila solo habría cabido la piedra.
Al llegar vemos las piedras debajo de la cruz, y un montón de fotos, escritos, banderas, pegadas a la cruz. Nos paramos un rato, rezamos un poco, descansamos, agua y seguimos adelante.

Más adelante Manjarín, de lo que solo queda el albergue, restaurado hace años por Tomás que dice descender de los templarios y que tiene banderas de países que le han ido dejando los peregrinos.

Hoy hace calor, ya no tanto como en los días anteriores, y el paisaje va cambiando, se convierte en un sube-baja continuo que hace nuestro caminar más lento. Buscamos el pueblo de El acebo donde paramos a comer, como siempre bocadillo y coca-cola tirados a la salida del pueblo en una sombra.

Después, dirección a Riesgo de Ambros. El camino se hace angosto y pedregoso, y si bien entre los dos pueblos apenas hay 3 kilómetros tardamos cerca de una hora. Se nos hacen las cuatro y como siempre a estas horas, estamos solos Uli y yo cuando empezamos el último tramo que nos llevará hasta Molinaseca. Hace mucho calor.

El terreno cada vez es más montañoso, no vemos una sola casa, solo nos cruzamos con un peregrino de unos 70 años que nos comenta que se arrepiente de no haberse quedado en El Acebo. Lo dejamos atrás, buen camino.

Nos encontramos con un rebaño que viene haciendo el camino en sentido contrario. Ya deben haber estado en Santiago me dice Uli. Cada vez más cansados, vemos a lo lejos Molinaseca, el libro amarillo dice que se puede nadar en el río y recordamos que Ruth, de San Justo, nos dijo el viernes que había terracitas donde la gente cenaba y se tomaba copas después y una calle llena de tascas donde tapear. La idea de darnos un baño nos anima, así que decidimos que al llegar, sin pasar por el albergue nos meteremos en el río.

Son las 5 y 30 cuando llegamos a Molinaseca, a la entrada del puente está el único peregrino que hemos visto que hace el camino a caballo. Intento hablar con él, pero solo habla francés, así que nos despedimos y seguimos cruzando el puente. Vemos dos playas de césped y la gente tumbada tomando el sol, los chiquillos juguetean en el agua y al fondo unas paredes con una esclusas abiertas que en verano al bajarlas, crean una piscina natural donde se bañan todos los del pueblo y, cómo no, los peregrinos.

Buscamos una zona apartada para cambiarnos, después de una semana durmiendo en albergues con todos los peregrinos hemos perdido un poco el pudor, Uli se pone el bañador debajo de la toalla y yo me escondo detrás de unos matorrales. Nos ponemos las sandalias y al agua.

Helada, me grita Uli, el agua está helada. Y es verdad, pero yo tengo tanto calor y llevo deseando tanto bañarme en un río desde que salí de Sahagún que casi me da igual y me meto en el río con el agua que me llega hasta las rodillas. Empiezo a chapotear y me mojo entero. El agua está helada pero la disfruto. Uli me mira y lo confirma, este español no está bien, no le gustan las napolitanas y ahora esto.

Nos tumbamos un rato al sol, nos secamos y nos levantamos para buscar el albergue. El primero, casi al final del pueblo, está lleno, el hospitalero nos indica que nos vayamos al siguiente que está 100 metros más adelante. Al llegar al albergue, una antigua iglesia reconvertida, nos recibe Iñaki que ayuda a Matías el hospitalero, ambos son vascos, de Irún. Además durante unos días, está allí también Diego Núñez de Balboa, un pastor de Córdoba que ha hecho el camino unas treinta veces y que conoce todo el camino y a todos en el camino.

Al llegar he saludado a Benja, el de Alcoy, que salió antes que nosotros de Rabanal del camino y que está instalado en el albergue, compartiendo charla con unos alemanes
.
La misma liturgia de cada tarde, Iñaki coge la credencial, toma los datos en el registro, nos sella la credencial y nos cobra 5€. Esta vez hay una novedad, aparece Diego con una naranja para cada uno. Con nosotros han venido también dos holandeses con los que nos hemos venido cruzando desde el viernes en Astorga y con los que hablamos de vez en cuando. Iñaki nos dice que el cuarto está muy lleno pero que hay 4 literas en el patio, bajo cubierto y que podemos dormir allí. A Uli le encanta la idea, así que le decimos que sí, y elegimos dos camas en la parte de arriba de las dos literas que están más alejadas de la carretera. Dejamos las mochilas y cogemos las cosas para ir a ducharnos. Primero Uli y después yo.

Cuando termino de ducharme, y mientras Uli escribe cartas, me meto dentro de lo que antiguamente era la nave central de la iglesia, hoy cocina y comedor, para escribir un poco. Aparece Matías, se presenta como Mati. Es una persona mayor, con una leve cojera en la pierna por un problema en la rodilla, es vasco en el hablar, y al ver que me apellido Arteaga enseguida viene a hablar conmigo. No, Mati, soy sevillano pero vivo en Madrid. Me ve el ordenador, me dice que el tiene que aprender, que siempre lo dice pero que nunca lo hace, me pregunta que he estudiado, a qué me dedico y yo le cuento. Muy agradable, es un hombre que te mira a los ojos, me gusta. Me dice que él sobre las diez antes de cerrar el albergue da un chupito a los peregrinos que quieran, le digo que cuando vuelva de cenar, me apunto.

Aparece Uli, cuando sale de la ducha se pone un vestido naranja, que dentro de los estándares del camino es como si hiciera un pase de modelo todas las noches, y me mira. No hace falta más, ha terminado de escribir y nos vamos a cenar. Guardo el ordenador en la funda y nos vamos. Siempre que salgo del albergue llevo conmigo el ipod, el móvil, la tarjeta de memoria de la cámara de fotos y el dinero. Entra todo en la fundita del pequeño portátil que me ha prestado mi hermano Daniel para la ocasión; Jaime me ha prestado la tarjeta 3G con la que me conecto todos los días para subir el post.

Cenamos. Le pido la cuenta al camarero y volvemos dando un paseo por el pueblo, los bares aún encendidos con la radio puesta y todo el mundo pendiente. La Ponferradina está jugándose el ascenso a Segunda contra el San Andreu, ganará en el decimoctavo penalty y nosotros nos enteraremos cuando estemos pasando por el último bar por los gritos de la gente. Durante la siguiente media hora veremos los coches pasar con banderas y pitando.

Al llegar al albergue Uli se va a dormir. En una esquina a oscuras, Diego, Mati y tres peregrinos comparten un orujo. Me incorporo más tarde. Antes acompaño a Uli a su cama, pasamos al lado de las literas donde ya duermen los dos holandeses. Hablo con ella, está tranquila, ya no ha vuelto a llorar y me sonríe. Se mete en la cama, la arropo como a un niño pequeño. Al fondo se oye los coches pasar camino de Ponferrada.

Me vuelvo a la mesa donde estaban todos, allí veo a Benja disfrutando de un orujo, el mío ya me espera en la mesa. Al poco de llegar se retiran a dormir un valenciano y un alemán. Mati me pregunta que hace un Arteaga en el sur, le cuento y me explica que en el descubrimiento fueron muchos vascos en las naos; le hablo de los marineros de Lepe, de Moguer y de Palos de la frontera, de su importancia en el descubrimiento, de cómo esas poblaciones se quedaron sin hombres y que debido a eso fue el crecimiento de Huelva que en aquella época era una población más pequeña pero que al no mandar hombres pudo desarrollarse más en los años posteriores. Le digo que creo recordar que fue un Arteaga el primero que subió desde Méjico hasta el norte de estados unidos y Canadá pero que por desavenencias con la Corona nunca se le reconoció la gesta. Le digo que si estuviera mi hermano se lo contaría todo con pelos y señales, quedo en que le mandaré un libro sobre los descubridores onubenses que seguro le gustará.

En el camino he aprendido que puedes tener conversaciones de cualquier tipo, y que todas son agradables. El diálogo se divide en dos, Mati le cuenta a Benja que está divorciado y enamorado de una mujer casada, y que como ella no lo quiere, el ha decidido que va a ser hospitalero para ayudar a los peregrinos. De nuevo mal de amores. Empiezo a pensar que voy a tener que inventarme alguna tragedia para integrarme en las conversaciones.
Por mi parte Diego me cuenta mil anécdotas del camino, de los sitios por donde he pasado, de las gentes, de los albergues. Yo lo escucho atento y prácticamente sin decir nada. Diego es un hombre mayor, menudo, con barba y mucho pelo blanco, el mismo se llama el pastó con acento cordobés que no ha perdido tras tanto viaje. Tan es así que le pregunto directamente que de qué pueblo de Córdoba es, de Lucena. Diego está cansado y se va a dormir a las once largas.

Nos quedamos los tres solos, Mati cuenta una historia de su amigo Pepe de Alicante, que tiene un albergue en Villar de Mazarife y de quien dice que tiene poderes y que cura a la gente. Yo le digo que sé quién es, que está enfadado con Jesús, el del albergue de enfrente. Me dice que no, que es al revés; me habla maravillas de Pepe y yo de Jesús. Al final todos se conocen en el camino. Yo termino la conversación diciendo que conmigo Jesús se portó muy bien y el lo acepta sin más.

Me acuerdo cuando llegué el primer día a Sahagún y oía a los peregrinos contar historias de etapas ya andadas y yo no tenía nada que contar; una semana después yo también tengo mis propias experiencias como peregrino.

Son las doce, hay que irse a dormir que mañana Mati tiene que levantarse a atender a los peregrinos y Benja y yo tenemos que seguir nuestro camino.

Me acerco a la litera de Uli, ya duerme; cuando lo hace tiene una cara serena que transmite cariño. Me aseguro de que el saco le llega al cuello y la manta le cubre el cuerpo.
Esta cambiando el tiempo, la noche va a ser húmeda.

2 comentarios:

  1. Me encanta Uli. Se "lee" una persona sincera e ideal para compartir viaje. Es que a mi los germanos siempre me han caido muy bien.

    No sabía que eras tan buen contador de historias. Seguro que con éstas y con tu alegría, le estás amenizando el camino a más de uno.

    Parece que siempre mantienes bien el ánimo...había oido historias de alguno que cedió a la tristeza.

    Sigue bien el camino, cuidate bien los pies y keep smiling.
    Un beso enorme

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  2. gracias!!!

    por favor firmar vuestros comentarios porque la mayoría no sé quienes sois!!!

    un beso

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