martes, 15 de junio de 2010

SANTIAGO






Me quedo mirando a la puerta, aparecerá Uli de nuevo por el control? La gente me mira con una sonrisa cariñosa en los labios. Allí plantado, mis pantalones marrones con multitud de bolsillos, las botas sucias después de 360km, a pesar de haberme afeitado y peinado, la estampa de peregrino no me la puedo quitar y todo el mundo que me ve sabe que estoy despidiendo a alguien que he conocido en el Camino. La gente de Santiago está acostumbrado a esta imagen y sin embargo siguen mirándola con dulzura.

Uli no volverá a aparecer. Se ha ido. Me encuentro perdido, no sé qué hacer. Un amigo de Madrid que me encuentro en el aeropuerto me baja a la realidad. Le explico que hago allí.

Una de nuestras series favoritas cuando éramos pequeños, Verano azul, terminaba con el protagonista montado un taxi que se iba tras despedirse de sus amigos, de fondo el dúo dinámico entonaba el final del verano. A Santiago, lo más cerca que me puedas dejar de la catedral, en la plaza del Obradoiro mismo si tu quieres. De acuerdo. Me quedo en silencio, el taxi comienza el camino de vuelta. El mismo que he recorrido hace una hora con Uli ahora ya solo. No miro hacia atrás, en silencio llegaré a Santiago.

En el taxi no paro de pensar, tendría que haber insistido más? Evitado que se fuera? No lo sé, no creo. Desde que salí de Sahagún todo el mundo me ha contado historias de gente que se ha enamorado en el camino, Jesús en Villar de Mazarife, Pilar nos dijo que nos enamoraríamos, Lola en Rabanal me contó la historia de sus amigos que se enamoraron al reencontrarse en Finisterre. Será ese mi caso? Estaré confundiendo las experiencias del camino, la amistad profunda con el amor? Ahora mismo no voy a encontrar respuestas. Son las 5 de la tarde me acerco a Santiago.

Llego a la catedral, Gita me espera en las escaleras hablando con un grupo de polacas que ha conocido en la última semana. Hablan todas en ruso que aprendieron de pequeñas en la escuela. Al verme me sonríe y le dice a su amiga que ella confiaba en mi, que sabía que volvería a por ella y a la hora. Cuando me lo dice, me llena de orgullo que no dudase de mi.

Qué hacemos? Lo que quieras, yo aún no he visitado al apóstol pero quiero hacerlo sin gente, la cola continúa, ya no es tan grande como la de esta mañana pero sigue habiendo una espera de 25 minutos. Había decidido esta mañana que iría a ver al apóstol cuando supiese porqué había hecho el Camino, cuándo sintiese Santiago. Muchos peregrinos me han comentado durante estas dos semanas que lo más bonito es cuando llegas a la plaza del Obradoiro, yo sin embargo estoy experimentando otras sensaciones diferentes, sobre todo con la gente.

Vamos a dar una vuelta y ver tiendas y después nos tomamos un café? Me dice Gita, vale, qué quieres comprar? Nada, solo ver cosas. Yo necesito un cargador para el teléfono, el mío se rompió hace 3 días. Después paseamos por las calles antiguas que rodean al palacio Fonseca, hoy biblioteca de la universidad. En una de ellas hay puestecillos donde se para Gita para mirar cosas. Tras este paseo nos sentamos a tomar un café, yo aprovecho para cargar en el bar el móvil.

Es curioso cómo nos entendemos Gita y yo, ella a duras penas habla inglés, yo no hablo alemán y mucho menos lituano o ruso, y sin embargo nos entendemos. Estaremos 3 horas juntos sin Uli, sin nuestro comodín, y hablaremos de muchas cosas. Despacio, en inglés, con frases cortas, ayudados por las manos, con las expresiones de las caras. Y nos entendemos.

Hablaremos de todo, Gita me explica que lleva un mes fuera de casa, sin su marido, sin sus hijos, los ha echado de menos pero no se arrepiente. Me dice que necesitaba un parón en su vida para tomar aliento, para ver las cosas con perspectiva, para que su marido valorase lo que ella hace trabajando y cuidando de la familia. Se le nota muy contenta, ella habla y no para. Yo la miro. Uli y tu estáis libres, ahora no sabeis si esto es el camino o es amor. Ella se mueve las manos sobre la cabeza, tu sabes, el camino, el arcoiris, los pájaros, me entiendes? Yo me río, sí Gita, sí. Ahora mismo no hay que tomar decisiones, aquí todo se magnifica, llegas a no saber qué es real y qué no, a pensar que no hay mañana, que vas a estar en el Camino para siempre, que nunca volverás a casa. Qué vas a hacer ahora? No sé, tengo que estar en Madrid pasado mañana, me gustaría seguir hasta Finisterre pero no puedo.

Pasa el tiempo y seguimos hablando. Solo estuve un día con Gita en León y hoy me despido del Camino con ella. Me invita a Salzburgo en verano donde ella veranea todos los años pues su marido es de allí, se sonríe y me dice que podemos quedar con Uli y vernos allí los 3. Los dos sabemos que es muy difícil, no creo que volvamos a vernos pero seguimos hablando del verano, hacemos planes. Cojo el teléfono y tengo una llamada de Kristin que me espera en la catedral, en la fuente, los alemanes se han ido al hostal y ella quiere entrar a ver al apóstol conmigo. Gita me dice que ella se va a ir pronto, está en un albergue polaco que hay en el monte del gozo a 5 kilómetros de Santiago y tiene que ir andando.

Cuando llegamos a la plaza, Kristin ya no está esperando. Las presento, hablan en alemán, no entiendo nada pero ahora es Kristin la que me va traduciendo al inglés. Andamos a la plaza trasera, donde está la puerta de la gloria, ya no hay cola. En la puerta vacía nos espera un policia nacional de guardia al que saludamos. Solos en la plaza empiezo a darme cuenta de que mi camino ahora sí se termina, Uli se ha ido, Gita está ya despidiéndose de Kristin, se da la vuelta y nos abrazamos. Hablamos, escríbeme, mándame las fotos, sí, no te preocupes, nos vemos este verano seguimos repitiendo. Nos volvemos a abrazar y ahora ya no podemos evitarlo, nos echamos a llorar desconsoladamente. El policía de la puerta nos mira sorprendido. Kristin, no sabe qué hacer, al final nos abraza a los dos, y nos da ánimos. Pienso en quién este mirando la escena desde fuera. 3 peregrinos se despiden en la puerta de la gloria y lloran como niños.

Al final nos separamos, Gita se tiene que ir, son las 8y15, la puerta se cierra a las 8y30 aunque dentro se puede estar hasta las 9. Otro abrazo, un último llanto. Me limpio las lágrimas en la camiseta blanca de esta mañana. Mi amiga se va subiendo las escaleras de la plaza, la veo alejarse. Me doy la vuelta-

El policía me mira sorprendido. Tras 15 días andando, tras multitud de experiencias vividas, de gente conocida, de momentos de soledad disfrutada, me dirijo a abrazar el apóstol. Todo empieza a tener sentido. Gita me ha dejado llorando. Me he despedido de todos mis amigos, solo me queda Kristin que me mira sorprendida, con ternura.

Entramos en la catedral admirando las cristaleras, las capillas, los dos solos, nadie más, subimos las escaleras que nos llevan al apóstol, allí nos paramos, no hay que darse prisa. Rezo en silencio y doy las gracias por haberme llamado a hacer el Camino, y pido por todos los amigos que me han acompañado en este tiempo. Me acuerdo de todos, me han sorprendido con su cariño con sus correos, sus mensajes, sus llamadas, sus comentarios, no puedo olvidarme de nadie. He pensado mucho cómo sería este momento y ahora que estoy aquí lo disfruto. Abrazo al apóstol. Las escaleras que se suben, te dejan detrás del apóstol que preside el altar mayor, lo abrazas por detrás. Estoy 5, 10, 15 segundos, podría estar así media hora. Piensas mucho, rezas, das las gracias. Intento tranquilizarme. Kristin abraza al apóstol cuando yo me retiro, echamos a andar. Me paro, sigue sin venir nadie. Solos nosotros dos, vuelvo sobre mis pasos. Miro la capilla donde me encuentro, todo en ella me sobrecoge, vuelvo a abrazar al apóstol y a agradecer este camino.

Kristin me mira con los ojos cristalinos al final de la escalera, seguimos andando hacia la cripta que está debajo del altar donde se encuentra el sepulcro de Santiago tras una verja plateada. La estancia es pequeña, sencilla pero de una belleza indescriptible, transmite serenidad. Kristin se detiene a ver el sepulcro, me espera fuera, me sitúo en esquina y rezo. Así estaré 15 minutos que ahora sí compartiré con los peregrinos más rezagados. Doy las gracias y pido por todos, Pedro, Esperanza, Andrés, Jaime, Dani, Rocio, Patricia, Cristina, por mi familia, por mis amigos. No dejo de llorar y no soy el único.

Salgo de la catedral, Kristin me espera sonriente, y ahora? Le doy las gracias, mi Camino ha sido muy bonito y el broche final mucho mejor de lo que me esperaba. Ella me da las gracias por acompañarla a ver al apóstol. Aún no son las 9 cuando cierran la oficina del peregrina, ahora ya puedo recoger mi Compostela. Con la credencial en el bolsillo nos dirigimos hacia allí.

Hace casi un mes que fui a la calle Carretas a recoger mi credencial, por mucho que en ese momento me hubiese esforzado en dibujar cómo sería mi camino, no habría podido imaginar todo lo que me ha pasado después. Antes de empezar cuando hablas con la gente que ya ha hecho el Camino, todos te cuentan mil historias, se les llena la cara de alegría, se les va la mirada a los recuerdos, y casi todos en algún momento te acaban diciendo que lo mejor es que lo hagas, que no se puede explicar, que hay que vivirlo.

LLegamos a la oficina, vacía, los empleados que allí reciben ya están cansados después de un día de ajetreo, casi se diría que se sorprenden de que todavía llegue algún peregrino a estas horas. Muestro mi credencial, relleno una ficha, nombre, nacionalidad, donde empecé, motivo por el cual realizas el camino, la chiquilla que me atiende revisa los sellos, Biforcos acabado en s, no? Sí, por favor, cumplimenta la compostela y me la da. Bajo las escaleras de la oficina. Dos ciclistas acaban de llegar, atan sus bicicletas y se cruzan con nosotros en la escalera, sus credenciales selladas en la mano.

Al salir el sol empieza a caer sobre Santiago, el cielo azul brillante todo el día se va oscureciendo pero la temperatura es agradable y aun hay mucha gente sentada en las terrazas de los bares. En la plaza de Fonseca, hay 3 abiertos con dos plantas y gentes de pie en las ventanas de la segunda planta charlando animadamente y tomando una copa. Algunos son estudiantes, otros peregrinos y otros gente de la ciudad. Nos sentamos al lado de una ventana vestidos aún con nuestros pantalones sucios, las botas manchadas, las camisetas de deporte. En el bar, aún nos encontramos a otro peregrino solo que ha llegado hoy a Santiago y que charlará un rato con nosotros.

Después seguiremos hablando los dos durante tres horas, nos contaremos nuestra vida de casa, nos tomaremos una copa, nos da pena haber llegado a Santiago y por otro lado la alegría es inmensa. Kristin, Heike y Philip siguen hasta Finisterre, yo no puedo aunque por un momento dejo volar la imaginación y me veo llegando al mar y quemando mis cosas en una hoguera con mis amigos.

A la mañana siguiente nos levantaremos sobre las 9, haré la mochila, y saldremos a desayunar, charlaremos despreocupados, como si esa mañana no fuera la última. Heike aprovecha para hablar en español conmigo, tienes que venir a Stuttgart a vernos, les prometo que sí. Compramos chucherías, unas gafas de sol, postales.

Sobre la una y media me acompañan a la estación, el tren sale a las 2 camino de Madrid, todo se acaba. En la estación muchos peregrinos, Heike coge mi palo y me promete que lo llevará hasta Finisterre y que lo quemará. Quédate y lo llevas tu, ojalá les digo, me lo pienso, anuncian el tren por la megafonía. No puede ser, mañana tengo que estar en casa.

Un último abrazo entre los 3. Apenas se llora en esta despedida, el día de ayer nos dejó cansados a todos. Me piden que vaya a verlas, les digo que sí, y les pido que lleven mi palo hasta Finisterre por mi.

LLega el tren, subo al vagón y me quedo en la puerta despidiéndome hasta que se cierra. Rumbo a Madrid. Mi camino de Madrid se ha terminado.

4 comentarios:

  1. No tengo palabras... Me ha encantado. Eres un jodido poeta.

    FELICIDADES por tu Camino...La Fuerza poderosa es en tí...

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  2. ¡Buenos días peregrino!

    he leído de corrido tus últimos cuatro posts y, a medida que avanzaba, he notado como se me aceleraba el pulso. Te auguro una resaca emocional de al menos un mes cuando vuelvas a Madrid, lo cual no es sino la segunda parte del camino. La que no se anda. La que se piensa.

    Yo creo que, en cierta medida, cada uno recorre su propio camino. A unos los lleva a Santiago. A otros a otra parte. ¿Por qué no puede uno vivir su vida como tú has vivido estas dos semanas? Con la misma actitud hacia la gente y hacia ti mismo.

    Supongo que una de las claves es que durante el camino has vaciado tu mente de prejuicios cada vez que te has ido a la cama y has iniciado cada jornada con el propósito de disfrutarla al máximo y en la confianza de que Dios y el Apóstol proveerían comida, cama y amistades. Es lo que hacen Rodrigo y Lorenzo cada mañana a las 7.45, lo cual no deja de maravillarme.

    Somos esclavos de la imagen que proyectamos y nos convertimos en Mourinhos existenciales, preocupados por no se qué objetivos antes de cumplir los cuarenta. No nos damos cuenta de que el mejor momento del día de hoy será probablemente cenar juntos en la cocina mientras me cuentan los niños que su amigo Mateo se ha comido el palo de la pera en el recreo...

    Respecto a Uli, ¡cachis! las mariposas del estómago se quedaron dormidas y no llegaron a tiempo.

    Un abrazo. D.

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  3. Acabo de terminar de leer tu blog y sólo quería darte la enhorabuena. No conozco a nadie que haya hecho el Camino y no haya vuelto "cambiado" por la experiencia vivida. No te arrepientas de nada, Uli, de un modo u otro, formará siempre parte de tu vida. Un beso. (Sheila)

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  4. Tienes que acabarlo con tus últimas reflexiones desde Madrid

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